Hace años, en este mismo blog catalogué
una entrada con la etiqueta “Palabras que no soporto”. Pretendía que fuera el
primer artículo de una serie que versaría sobre palabras y expresiones de uso
común que he acabado por aborrecer. La idea era denunciar cómo ciertas palabras
enmascaran la realidad o sirven para encarrilar el pensamiento en una dirección
determinada. Al final no continué el proyecto, pero he decidido retomarlo
porque en los últimos tiempos me he dado cuenta de que hay una palabra que cada
vez me gusta menos. Me refiero al término “héroe”, en especial cuando se usa
para catalogar profesiones enteras.
Lo oímos con frecuencia: los bomberos y
los médicos (en realidad todo el personal sanitario) son héroes porque Salvan Vidas,
así, en mayúsculas. También se afirma que los policías y los militares lo son,
porque nos protegen como sociedad. En algún caso lo he oído sobre los
socorristas. En círculos de izquierdas, supongo que para contraprogramar el
descrédito que sufre esta figura, se habla también de los profesores de colegio
e instituto en términos de heroicidad: ellos educan a nuestros niños, que, como
nos enseñaron Los Simpson, son el futuro. ¿Cómo no van a ser héroes?
Pero el hecho es que no lo son. El héroe,
por definición, es aquel que realiza una conducta arriesgada y virtuosa a la
que no está obligado. Un héroe puede ser la chica que se lanza contra el
terrorista que va a secuestrar el avión aun a riesgo de morir. El hombre que
entra en una casa en llamas porque ha oído llorar a un niño. La mujer que se
tira al agua a rescatar a alguien que se ahoga. El diputado que permanece de pie y ordena a los golpistas que se detengan. Personas que, en un momento
determinado de sus vidas, decidieron hacer algo que nadie les exigía y que les
ponía en peligro pero que beneficiaba a otro ser humano o a la colectividad. Alguien que destaca de
entre los demás por un acto virtuoso puntual.
Leí hace poco una idea, atribuida a Philip Zimbardo, que expresa muy bien lo que quiero decir: la sustancia del héroe es la soledad. Un héroe es alguien que va contra la masa, que levanta la voz cuando todo el mundo calla y que dice "no" cuando la multitud acepta pasivamente. Alguien que ve muy claro que es la hora de optar entre lo que es fácil (el consenso, la pasividad) y lo que es correcto, que toma la decisión difícil y que luego, después de hacerlo, vuelve a la normalidad.
Leí hace poco una idea, atribuida a Philip Zimbardo, que expresa muy bien lo que quiero decir: la sustancia del héroe es la soledad. Un héroe es alguien que va contra la masa, que levanta la voz cuando todo el mundo calla y que dice "no" cuando la multitud acepta pasivamente. Alguien que ve muy claro que es la hora de optar entre lo que es fácil (el consenso, la pasividad) y lo que es correcto, que toma la decisión difícil y que luego, después de hacerlo, vuelve a la normalidad.
Una médica o un bombero no son héroes.
Son más que eso: son profesionales. Personas que dedican sus vidas y sus
carreras a intentar mejorar las condiciones de vida de otros. Gente que se
levanta todas las mañanas y se va a curar enfermedades o a rescatar a gente de
edificios en llamas. A veces se juegan el tipo y a veces no, pero lo suyo no es
una decisión de un día sino un trabajo de años que necesita de una constancia
ejemplar y que ha venido precedido de una formación. Su sustancia no es la soledad, sino el trabajo en equipo, la experiencia y el conocimiento profesional. Llamarlos héroes es, de
alguna manera, rebajarlos.
Hay algo más. Algo más insidioso, que se
me viene a la mente cada vez que oigo a alguien usar ese término, y que tiene
que ver con el tema de las recompensas. No es lo mismo un héroe que un profesional.
A un héroe, alguien que ha hecho algo puntual a lo que no estaba obligado, la
mejor manera de recompensarle es con una ceremonia, un agradecimiento público y
quizás un premio. Pero un profesional necesita más cosas: necesita un buen
salario, unas condiciones de trabajo dignas, un contrato estable, un equipo en
buen estado, etc. Como es lógico, un trabajador dedicado cuesta más dinero que
un espontáneo.
Y no sé. Cada vez que veo a alguien usar
el término “héroe” para referirse a un miembro de estas profesiones, se me
revuelven las tripas. Porque me da por pensar que es lo que quieren quienes
están demoliendo el Estado del bienestar: un sistema público que se sostenga,
esencialmente, sobre los hombros de unos trabajadores a los que se les recortan
recursos y a los que se les pide de forma rutinaria que hagan mucho más de lo
que cualquier ley o convenio obliga. En definitiva, se trata de convertir a
profesionales en héroes, que son mucho más baratos (un premio a la excelencia
anual y arreando) y que además permite jerarquizar la profesión entre quienes
se prestan a ese juego y quienes no. Todo ello tomando como rehenes a los
ciudadanos, que son los que sufrirán si los profesionales no tragan con su
conversión forzada en héroes.
En fin, supongo que serán paranoias mías,
que soy un malpensado. Pero por si acaso, prefiero desterrar de mi lenguaje
toda la terminología heroica y llamar a las cosas por su nombre.
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Sería más correcto "No los llames héroes". http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=npFMvAW8MD6qCxIBRU
ResponderEliminarUn saludo.
Corregido. Por error, había considerado "héroes" como CD, cuando es obvio que es un CPvo de CD.
EliminarLo mismo pasa con los enfermos de cáncer, sobre todo si son niños. O con gente con síndrome de Down o problemas de tipo mental o motor graves.
ResponderEliminarA mí entra vergüenza ajena cuando oyes en la televisión, y hay miles de ejemplos al año, que "hay que tratarles como si fueran normales, porque son normales". A una persona normal, como dicen, no la llevas a un programa de televisión a tratarla de puta madre o a pelear por el reconocimiento a sus problemas.
La única gente normal es la que le importa una puta mierdo los problemas de los demás, los demás somo todos unos pelmas desgraciados
El tema de "luchar" contra el cáncer da para su propia entrada, sin duda.
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