Las investigaciones académicas, cuando
tocan temas interesantes (como aspiro siempre a que lo hagan las mías) provocan
un debate encendido pero civilizado sobre los asuntos principales. Ese ha sido
el caso de mi artículo “Harry Potter no destruyó a los mortífagos”, publicado
en este medio el 14 de septiembre. A raíz de su difusión se produjo una
discusión en la comunidad de politología mágica española (sorprendentemente
activa en Twitter) sobre qué otros factores habrían precipitado la caída de
Ryddle y de su grupo aunque Potter no hubiera realizado las gestas que se le
atribuyen.
Salieron otros dos factores:
1.- A la nula capacidad estratégica de
Ryddle se suma su falta de atención al mundo real. En los dos momentos en que
su poder ascendió al máximo, cuando más necesario era un empuje final, se
dedicó a perseguir quimeras, profecías y leyendas. En 1980, cuando la guerra
llevaba 10 años y era más necesario que nunca un liderazgo fuerte, Ryddle
simplemente se inhibió. Las oscuras palabras de una sibila en trance sobre un
niño al que “el Señor Tenebroso señalará como su igual” le llevaron, en un
alarde de estupidez, a buscar a ese niño y a atacarle.
Esto necesita explicación. Cualquiera de
los mortífagos habría sido perfectamente adecuado para la tarea. Dada la
capacidad mágica de Lily y James Potter, podría haber mandado a un escuadrón.
Para mayor seguridad podría haber enviado otro a por el también recién nacido
Neville Longbottom. Cualquier cosa salvo acudir él mismo a señalar como su igual
al que habría de ser su verdugo. Pero la personalidad paranoica e insegura de
Ryddle le impidió tomar una decisión racional y perdió todo su poder.
El mismo patrón de comportamiento se
repite en la Segunda Guerra Mágica, sólo que de forma incluso más agudizada.
Después de haber tomado el poder y haber obligado a todos sus enemigos a pasar
a la clandestinidad (mucho más de lo que consiguió en los ’70), en vez de
buscar al único que podía derrotarlo y ordenar a cualquiera de sus vasallos que
le asesinara… se dedicó a secuestrar fabricantes de varitas, interrogar a
antiguos dictadores, violar sepulcros y demás absurdidades, en busca de un arma
más poderosa que el amor de Lily Potter y que su varita de núcleo de fénix.
Toda esa búsqueda sólo acabó cuando obtuvo la poderosa Varita de Saúco… cuya
lealtad pertenecía a Potter por una serie de casualidades. De nuevo, su
egotismo y su incapacidad para delegar le pusieron en manos de su enemigo.
2.- Sin embargo, quizás sea injusto culpar
a la personalidad desviada de Ryddle de todos los errores que cometió como jefe
de los mortífagos. La segunda causa a la que podemos atribuir su fracaso es a
que necesitaba estar constantemente impresionando a sus aliados porque, dígase
de una vez, Lord Voldemort y los mortífagos no buscaban los mismos objetivos.
En el mundo mágico, al igual que en el muggle, hay una nobleza. No
necesariamente se fundamenta en títulos y tierras, sino en dinero viejo y en
clase. En ser “una familia bien de toda la vida”. Esta nobleza en el mundo
mágico consiste sobre todo en las familias autodenominadas de “sangre limpia”. Este
grupito tiene una ideología fundamentalmente conservadora y reaccionaria, que en
sus formas más suaves promulga la simple dominación social sobre mestizos y
“sangre sucia” pero que en sus formas más extremas nos lleva a la Comisión para el
Registro de los Nacidos de Muggles. La mayoría de cabecillas de los mortífagos
(L. Malfoy, B. Lestrange, A. Dolohov, E. Rosier) procedían de esta verdadera
nobleza de sangre.
Y por otra parte tenemos a Tom Ryddle, un
bastardo de sangre mestiza que provenía de una familia de sangre limpia pero
caído en desgracia. ¿Cómo acaba un mago huérfano criado en un orfanato
liderando a los hijos de los nobles en algo tan importante como es la formación
de un grupo terrorista con la finalidad última de tomar el poder del Estado?
¿No habría sido más lógico que este puesto recayera, por ejemplo, en Lucius
Malfoy, un hombre inteligente, con cierto carisma y adinerado? ¿Qué explica que
fuera Ryddle y no cualquier otro el que creó y encabezó a los mortífagos?
La respuesta es sencilla: se trataba de
una alianza. El análisis psicológico de Ryddle, por desgracia incompleto,
muestra que lo que le movía era una inmensa sed de poder, una ambición sin
límites, un deseo irrefrenable de quedar por encima, gobernar y controlar. A él
la limpieza de sangre le importaba un ardite. Oh, por supuesto, repetía las
consignas y ordenaba implementar las políticas, pero sus intereses iban por
otra parte. Quería trascender la humanidad y ser inmortal: ¿qué más le daba a
él la sangre de nadie? A sus ojos todos los humanos eran iguales, es decir,
débiles y prescindibles (1).
Con esta alianza Ryddle obtenía
subordinados y agentes para extender su poder. A pesar de su tendencia a
resolver él mismo cualquier asunto que considerara de interés, tenía que
reconocer que una sola persona, por poderosa que fuera, era incapaz de hacerlo
todo. Además, lograba también vasallos con cuya obediencia sentirse poderoso:
para el joven Tom Ryddle, que había sido despreciado y odiado en el orfanato,
contar con una corte de seguidores (incluso aunque fueran estudiantes de su
año) debió de ser un inmenso placer. Más aún si eran nobles y ricos.
¿Y los mortífagos? Obtenían dos cosas muy
importantes: alguien con la suficiente energía como para implantar su programa
político conservador (en su versión extrema) en un momento en que mestizos y
sangre sucia se estaban saliendo de su lugar, y alguien lo suficientemente
prescindible como para desmarcarse de él llegado el caso. Ryddle no era un
noble poderoso, rico y con posición, como por ejemplo el citado Malfoy. Al
contrario, no era nadie y no le debían nada. La prueba es que, salvo un pequeño
grupo de fanáticos leales, en 1981 la mayoría de mortífagos trató de salvarse
diciendo que habían actuado por culpa de la maldición imperius o bajo coacción. Y más aún: ninguno trató de buscarle,
pese a existir la confusa consciencia de que estaba vivo. Simplemente
consideraron fallida la intentona y volvieron a tratar de controlar el poder
por medios legales.
Esta profundísima disparidad de objetivos
(trascender la humanidad por un lado y dominar el Ministerio por otro) explica
algunos de los actos más estúpidos de Ryddle. No sólo tenía que ser el mejor
mago de su época, sino parecerlo: estar siempre en todas partes, controlarlo
todo, ir a por el más difícil todavía. Que su poder pareciera inquebrantable. Estaba
sentado en un nido de víboras y no podía dejar de tocar la flauta o le
empezarían a picar… y tenía que ser plenamente consciente de ello. Quizás es
esto, más que su psicología, lo que explica su empeño en matar él mismo a Harry
Potter tras su resurrección en 1995 o en dirigir el absurdo ataque a Hogwarts
que ya analizamos.
En conclusión, si el artículo anterior
demostraba la necesidad de no trabajar con reduccionismos cuando se procede al
estudio de la Historia, éste prueba lo importante que es el diálogo con la
comunidad académica. Sin él no habría comprendido lo importantes que son estos
dos factores para entender las acciones de la banda de los mortífagos y de Tom
Ryddle. La interrelación entre ellos y las otras dos circunstancias que apunté
en el artículo anterior quedan, por tanto, a un estudio posterior.
(1) Una buena prueba secundaria de esto
es que, cuando decidió matar al niño del que hablaba la profecía no eligió al
sangre pura Neville Longbottom, sino al mestizo Harry Potter.
El tema es que un elemento ajeno al mundo real, la magia, hace posible que Ryddle pudiera lograr un objetivo a priori absurdo. Sí, podía controlarlo todo. Podía sentarse en el nido de víboras. Porque era un mago.
ResponderEliminarY claro. "Nos ha jodido, es Harry Potter". Pero es que ése es el problema inherente al género fantástico como medio para tratar un tema del mundo real: que la línea entre la aplicabilidad vñalida y la Metáfora de la Ballena Espacial (http://tvtropes.org/pmwiki/pmwiki.php/Main/SpaceWhaleAesop) es finísima.
TLDR: que sí a todo, pero que eso sólo se aplicaría al mundo real. Voldemort podría saltarse eso a la torera, porque la definición de "poder" en Harry Potter es mucho más literal que la nuestra. Y que si digo esto no es para tocar las pelotas diciendo "no vale para nada tomarse en serio a Harry Potter" (nada más lejos, porque este artículo es cojonudo), sino para llamar la atención sobre los problemas que tiene la fantasía a la hora de hablar de aquello que el propio Stephen King identificó como su tema principal: el poder.
Esto pasa mucho más a lo grande en, por ejemplo, Los Juegos del Hambre, donde la tiranía sólo es posible mediante tecnología imposible en el mundo real.
En fin. My two cents. El poder de la fantasía es la abstracción de conceptos altos, pero también es su debilidad. Creo.
Bueno, a mí es que esta clase de ejercicio inútil (analizar la política, la economía o la sociedad de mundos de fantasía con parámetros del mundo real) siempre me ha privado. Aparte, es cierto que era un mago, pero, como le dice Cornelius Fudge al primer ministro muggle, "los otros también son magos". Yo sí que creo que el bando que Rowling describe estaba comido de contradicciones internas y que Ryddle no habría sido capaz de controlarlo a la larga.
EliminarCosas como ésta hacen de La Internet un lugar mejor. Gracias.
ResponderEliminarGracias :)
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