miércoles, 4 de marzo de 2015

Ciencia ficción como exploración

Hace poco leí, casi seguidas, dos novelas de ciencia ficción: El jugador, de Banks, y La mano izquierda de la oscuridad, de LeGuin. Precisamente por eso, por la proximidad, no pude evitar compararlas. Se trata de historias en principio muy diferentes por el mundo que describen, por la identidad del protagonista, por los elementos en que se centra, por el nivel tecnológico presente... y a las que sin embargo les encontré un tema común.

En El jugador el protagonista pertenece a un inmenso conglomerado humano llamado La Cultura. En La Cultura las identidades son fluidas: humanos y máquinas conviven en paz, no hay problema con la homosexualidad o la promiscuidad y es posible operarse para tener los genitales que se desee en cualquier momento. Por una serie de circunstancias un habitante de La Cultura acaba en un el imperio de Azad, un planeta con una rígida estratificación sexual: hay hembras, machos y ápices, el sexo dominante, que prácticamente esclaviza a los otros dos. La sociedad es violenta, con grandes desigualdades sociales y expansionista. Los ápices de clase alta disfrutan viendo vídeos de violencia sexual y de torturas contra y entre hembras, machos e incluso (creo recordar) ápices de clase baja.

En La mano izquierda de la oscuridad la situación es la inversa. El protagonista también pertenece a una cultura intergaláctica (el Ecumen, que en la novela no es descrito) pero el planeta contactado, Gueden, es muy distinto: sus habitantes son andróginos la mayor parte del año. Sólo durante unos pocos días al mes su cuerpo se transforma en el de un macho o en el de una hembra y entonces siente deseo sexual. Un guedeniano no sabe en qué se va a transformar hasta que termina la transformación. En consecuencia los guedenianos no tienen género y no perciben que haya una diferencia radical entre uno mismo y los demás. La sociedad es en general pacífica y no hay grandes identidades excluyentes como nacionalismo o religiones mayoritarias.

Las sociedades contactadas en ambas novelas parecen opuestas, casi como si Banks hubiera tenido la idea para su novela leyendo el libro de LeGuin y pensando en hacer justo lo contrario. Pero lo que me resulta curioso es lo que se esboza en ambas novelas (más definido en La mano izquierda... que en la otra): la sociedad es tanto más violenta, represiva y discriminatoria cuanto más rígidos son los roles de género asignados.

Efectivamente, tanto La Cultura de la primera novela como el Gueden de la segunda son sociedades bastante tranquilas: en la primera no hay motivos para iniciar un conflicto, puesto que todo el mundo puede ser quien quiere ser, algo que se refleja hasta en su idioma. En la segunda sólo hay violencia a pequeña escala, por recursos materiales y nunca apoyada en identidades excluyentes. En ambos casos la causa es la ausencia de roles de género definidos, en La Cultura por estar el sexo biológico bajo el control del sujeto y en Gueden por no existir salvo unos pocos días al año y ser aleatorio. Sin embargo, el ambiente opresivo que impera en Azad, un Estado totalitario, se basa en una jerarquía de géneros rígida que desemboca en una sociedad que tiene forma de pirámide, con el emperador en la cúspide.

Sólo en la novela de LeGuin se plantea de forma explícita que ambas magnitudes (rigidez de los roles de género y nivel de violencia y represión social) estén correlacionados: en la obra de Banks no es así. Aun así, resulta llamativo que cuando alguien quiere caracterizar una sociedad conflictiva y desagradable lo primero que le venga a la cabeza sea una completa estratificación de sexos. Y, según me dijeron cuando comenté el tema, no es una asociación descabellada: al parecer, los estudios sobre masculinidades prueban que la rigidez en roles de género es uno de los factores que permiten predecir violencia social.

En realidad tiene bastante sentido. Los roles sociales no son más que las expectativas que tiene la sociedad sobre cómo debemos comportarnos, sobre qué esperan los demás de nosotros y sobre qué debemos esperar de los demás. Los de género, por ejemplo, nos dicen qué es un hombre (cómo debe comportarse, qué cosas debe hacer) y, por oposición, qué es una mujer. Nos permiten tomar decisiones rápidas, y también categorizar a la gente y reaccionar contra la categoría en vez de contra la persona. Incluyen y excluyen: nos facultan para enseñarle a la prole que hay cosas que un hombre o una mujer “de verdad” no hacen.

Si los roles son fluidos (como en La Cultura) o no existen (como en Gueden) estos mecanismos no funcionan: de repente no tienes ninguna expectativa sobre el comportamiento ajeno. Estás mucho más perdido: tienes que preguntar, tratar con las individualidades, ser empático. No puedes tener prejuicios porque no tienes base para ello. Tampoco puedes ampararte en una colectividad trascendente, porque no existen. Ves más claramente que tú eres un individuo, perdido en la vida pero también completo. LeGuin insiste mucho en que los guedenianos se saben seres completos.

Sin embargo, si son rígidos (como en Azad), los mecanismos que he mencionado se dan en toda su plenitud y permiten construir una sociedad basada en una cascada de discriminaciones que se sustentan en creencias sobre cómo son las personas. Un entorno violento, donde se reacciona con brutalidad a algo tan natural y humano como es salirse de los rígidos roles donde nos han encorsetado desde el nacimiento. Porque alguien libre es alguien que asusta a quien no lo es, ya que si resulta que es feliz y vive una vida plena... ¿en qué lugar quedo yo, agobiado por mil exigencias que en realidad ni me van ni me vienen?

Una de las razones por las que me encanta la ciencia ficción es precisamente por esto: porque permite imaginar mundos muy distintos, con premisas de partida impensables o irreales. Pero hasta la especulación más audaz tiene que mantener un pie en la tierra si quiere ser verosímil y, por tanto, entretenida. Hay reglas lógicas que no pueden ignorarse: la rigidez con la que tratemos los roles sociales, específicamente los de género, determinará si podemos construir una utopía... o nos quedaremos para siempre en esta eterna distopía.




12 comentarios:

  1. Desconocía el libro de Banks. Hale, apuntado. Por cierto, si te sigue interesando Gueden y el Ecumen te recomiendo que leas El cumpleaños del mundo y otros relatos. En ellos la autora continúa analizando peculiares situaciones raciales, religiosas y de género. ¡Grande Le Guin!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El libro de Banks mola mucho; al parecer es el más accesible de los de La Cultura, que es una serie de como diez novelas independientes ambientadas en el mismo universo. No he leído ninguna más así que no sé si es cierto.

      De LeGuin estoy leyendo "El mundo de Rocannon", que lo leí en 2º de la ESO y tengo la sensación de que no le saqué ni mucho menos todo el jugo que debía. Luego creo que me tomaré un descanso de la autora, pero desde luego que me apunto la recomendación. ¡Gracias!

      Eliminar
  2. Seré inculta, pero no conocía ninguno de los libros. Mil gracias, me parecen grandes hallazgos *-*

    ¿Recomiendas algún autor más de ese estilo? Ese tipo de distopias/utopias, en las que se rompen con ideas tan básicas para nuestra sociedad me parecen muy interesantes.

    Un saludo, y por cierto, hace tiempo que te leo y me encanta el blog, iré comentando de vez en cuando :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No es de inculta, jo :)

      Pues hay bastante ciencia ficción que aborda el tema de cómo el género condiciona cosas. Está "Venus más X", de Sturgeon, que también aborda el tema de una sociedad sin diferencias de género, aunque esta vez creo recordar que es la tecnología la que permite la procreación. Me han hablado también muy bien de "El hombre hembra", de Joanna Russ, aunque no lo he leído. En realidad hay toda una corriente de ciencia ficción feminista.

      Fuera de cuestiones de género, Sturgeon y LeGuin son siempre valores seguros.

      Gracias, comenta cuando quieras :) Y si encuentras recomendaciones literarias, ponlas ^^

      Eliminar
    2. Que amable respuesta, gracias *-*

      Lo de inculta no lo decía a malas, es que realmente me has abierto toda una ventana en el mundo de las distopias. Siempre he sido muy fan de Orwell, 1984, y Aldous Huxley y su "Mundo feliz". Me parece que me he quedado en los clásicos del genero jajaja

      También reconozco que me he dejado seducir por V de Vendetta, los Juegos del Hambre, Divergente... por supuesto son obras más de entretenmiento, no las pondria al nivel de "culto" -aunque con V dudaria, es un gran comic-, pero es que me fascinan ese tipo de sociedades futuristas. No se si soy pesimista, pero son tramas que me dejan embobada jajaja

      Pero bueno, para concluir diré que lo que más me gusta de todo lo que me recomiendas, es que son distopias que tratan otras cuestiones. No es solo una dictadura con diversas formas, sino ya hablamos de sociedades en las que el genero no existe, o aparece en momentos de "celo", es una visión completamente nueva. Con perspectiva de genero también se puede decir que pueden ayudarnos a reflexionar sobre nuestra concepción al respecto en estos tiempos.

      Y nada más, espero sacar tiempo para empezar a hundirme en este nuevo mundo. Gracias de nuevo :)

      Eliminar
    3. Bueno, pues me encanta haberte abierto esa ventana :) Fuera de los clásicos hay muchas, muchas cosas que están genial. Explora y verás que hay obras geniales. No es nada malo salirse de ahí: yo "V de vendetta" sí que lo consideraría ya de culto y devoré "Los juegos del hambre".

      Distopías o a veces utopías, aunque yo diría que ningún escritor de la segunda mitad del siglo XX es tan naif como para escribir una utopía sin peros ni pegas.

      Gracias a ti por comentar ^^

      Eliminar