Cuando se habla de Gallardón, se suele
mencionar su proyecto de ley del aborto, que pretende devolver a las mujeres a
la infancia en lo que se refiere a su cuerpo. Pero mientras que la regulación
de la interrupción voluntaria del embarazo sí está recibiendo una contundente
contestación en la calle (y no es para menos), al igual que la han recibido las
labores de sus compañeros Wert y Mato en sus respectivos ramos, nadie está
manifestándose contra el consciente y deliberado desmantelamiento de la
justicia.
La voluntad de Gallardón de cargarse el
sistema de justicia es indudable. Hasta ahora ha habido tres intentos grandes
pero sectoriales: las tasas judiciales (que impiden el acceso a la justicia a
los más humildes), la elección del CGPJ (que pasa a ser competencia exclusiva
de las Cortes, con lo cual el partido mayoritario controla el gobierno de los
jueces) y la eliminación en la práctica de la justicia universal. En el
horizonte se ve el Código Procesal Penal, que le dará a los fiscales un peso
tal en el procedimiento que da verdadero miedo, aunque parece que se les ha
quitado de la cabeza lo de ponerles a instruir. Y hoy se ha presentado en
público el varapalo central; la norma que, si sale adelante, significará el fin
de un sistema de justicia pensado para servir al ciudadano. Me refiero, claro
está, al anteproyecto de Ley Orgánica del Poder Judicial.
La Ley Orgánica del Poder Judicial es a
la justicia lo que la LOMCE a la educación: la ley general que, al margen de
desarrollos, estructura el sistema. Decide qué órganos hay, cómo se componen,
quién los gobierna, qué régimen tiene el personal y cuál es el régimen
disciplinario. Es la piedra de toque de la justicia, y todo lo que en ella se
diga tiene una importancia enorme. Por ello, si hay que destruir el sistema hay
que empezar por aquí.
Se han publicado y se van a publicar muchos
artículos que expliquen el atentado a nuestros derechos fundamentales que
supone la ley que propone Gallardón. Yo quiero centrarme en otra cosa. Si tan
grave es esta ley, y tan previsible, ¿por qué no estamos saliendo a la calle?
La voluntad de desmantelar el sistema de justicia está patente desde los
primeros días de la legislatura. ¿Por qué no hay nada análogo a las mareas o a
la PAH en materia de justicia?
Creo que buena parte de la culpa la
tenemos los profesionales del Derecho. Somos un grupo muy poco dado a acciones
colectivas. En general creo que tendemos más a presionar por medio de acciones
judiciales, protestas institucionales y contactos informales con los
gobernantes. Aparte, y al margen del apego que pueda sentir cada uno por la
justicia, la profesión jurídica no suele estar amenazada: los recortes y
reformas suelen afectar a otros sectores. En definitiva: no tenemos la
conciencia de grupo que sí tienen sanitarios y educadores, y no estamos
acostumbrados a protestar en defensa de nuestra profesión. Supongo que ello
explica errores estratégicos como convocar una concentración en los Juzgados de Plaza de Castilla a las 12 de lamañana o el diseño entero de la campaña #T, cuyo lema, “Tengo un voto y lo
usaré” es más bien poco motivador.
Pero echarnos la culpa únicamente a
nosotros no es dar cuenta completa del problema. Creo que existe un desapego
hacia la justicia que no existe hacia la sanidad y la educación. Al fin y al
cabo, todo el mundo pasa bastante tiempo relacionándose con establecimientos educativos
(como alumno o como padre / madre), y nadie se libra de pisar un hospital muchas
veces en su vida. El deterioro de la calidad de la educación y la sanidad es
algo que nos preocupa porque nos afecta. En materia de justicia no es así: las
cosas de jueces y abogados, cuanto más lejos mejor. Además, la justicia ya
tiene fama de lenta y colapsada (bastante justificada), aparte de politizada, retrógrada y anclada en el pasado. ¿Por
qué iba a querer la ciudadanía salvar una institución con la que no quiere
tener trato y que ya percibe como un desastre?
Concurre además un tercer factor. Los
ataques a la educación y a la sanidad, o el problema de los desahucios, son
fáciles de entender. No es necesario un conocimiento especializado para saber
por qué es malo que la sanidad se venda a amiguetes o que echen a la gente de
sus casas. Esto pasa también con algunas de las reformas en justicia, como las
tasas o el gobierno del poder judicial. Pero para entender, por ejemplo, lo que
supone la vinculación de todos los tribunales a la jurisprudencia del Tribunal
Supremo, la instrucción conjunta o el pasteleo con los turnos de reparto (como
propone el anteproyecto de LOPJ que motiva esta entrada) es necesario un
conocimiento jurídico que la mayoría de la gente no está en la obligación de
tener.
En definitiva, tenemos una institución cuyos
problemas la ciudadanía no siempre comprende, y que aun cuando lo hace, no
tiene por qué importarle. “Te roban la justicia” no tiene el mismo tirón que “te
roban la sanidad” o “te roban la educación”, porque la gente ya cuenta con no
recurrir a la justicia. No hay un interés latente que despertar ni una
preocupación que se pueda espolear con consignas, manifiestos e información.
¿Y qué se puede hacer contra esto? La
verdad: no lo sé. Reforzar y mejorar las campañas de difusión puede ser un
primer paso, pero creo que nada cambiará hasta que la gente no empiece a ver la
justicia como algo propio, algo que defender tan vital como la educación, la
justicia o la vivienda. Y esto es complicado porque no sólo implica una cultura
judicial diferente (más dada a demandar) sino una justicia rápida y moderna,
algo muy alejado del interés del ministro. Sólo habrá movilizaciones masivas,
en definitiva, cuando la sociedad entienda que le están quitando una facultad, la
de acceder a los tribunales, sin el cual todos los derechos que cree tener son
papel mojado.
Se me ocurre, sin pensar demasiado, que el mensaje tal vez no debería ser "te roban la justicia" sino "se garantizan la impunidad". Es cierto que la gente quiere tener los tribunales lo más lejos posible, porque ir allí implica algo malo. Pero sí quiere que estén ahí cuando un político robe, o cuando un banco estafe.
ResponderEliminarPor otra parte, a lo mejor la campaña (basada en la impunidad de los poderosos más que en la idea de que te roban algo que no sabes muy bien lo que es) debería basarse en historias personales. La persona estafada por preferentes frente al banco tal. La hipotecada con cláusulas abusivas frente al banco cual. Historias con una clara asimetría de poder, que la reforma está llamada a perpetuar.
Hay cosas que sí tienen tirón, diría yo: la idea de que "te quitan el juzgado y se lo llevan a la capital". A lo mejor porque hay un sustrato de villarriba/villabajo :P
Son ideas a bote pronto, no están muy definidas.
Se me había pasado responder. Me parece muy interesante, centrar el foco en gobernantes, banqueros y grandes empresarios. Creo que esa campaña sería la única con posibilidad de triunfar, aunque lo veo complicado. Al fin y al cabo, se sacarían todos los tópicos y lugares comunes, todos los cuales tienen cierto apoyo en la realidad, sobre que la justicia es lenta, ineficiente y, a niveles altos y para determinados temas, politizada.
EliminarEn todo caso, es bastante mejor que "Tengo un voto y lo usaré".