Hoy se ha hecho público el sentido del
fallo del Tribunal Supremo sobre el ERE de Telemadrid. Se declara improcedente
pero no nulo, por lo cual el Ente madrileño no cerrará. Ante esto se ha
desatado un aluvión de mentiras, manipulación y tergiversación, en su mayor
parte inconsciente, como sucede siempre cuando hay una noticia con contenido
jurídico. Por ello, voy a hablar un poco de despidos.
El despido es la extinción de un contrato
de trabajo por decisión de la empresa. Sin embargo, esta decisión no es libre,
sino que debe ajustarse a unas causas tasadas en la ley y hacerse según un
procedimiento concreto. Existen tres clases de despido:
Despido disciplinario. En este caso el trabajador ha incumplido su contrato de forma dolosa y el empresario, en consecuencia, le despide. Evidentemente no tiene que pagarle indemnización. Las causas que permiten despedir están en el artículo 54 del Estatuto de los Trabajadores, y son cosas tales como impuntualidad, indisciplina, ofensas al empresario, embriaguez habitual, acoso al empresario o a otras personas que trabajen en la empresa, etc. Evidentemente, la conducta tiene que tener entidad suficiente para justificar un despido: si no, cabría imponer una sanción menor, como una amonestación o una suspensión de empleo y sueldo. En 2009 saltó a los periódicos el caso de un trabajador que fue despedido por llamar “hijo de puta” al jefe: el TSJ de Cataluña consideró improcedente el despido
Despido objetivo. Se trata de casos en los que
el trabajador no ha incumplido sus obligaciones de forma dolosa pero el
empresario no tiene interés en seguir dándole empleo. Por ello, le puede
despedir pero, evidentemente, debe indemnizarle. Las causas están en el artículo 52 ET: ineptitud, falta de
adaptación a modificaciones técnicas, causas económicas o técnicas, etc.
Aquí se encuadra también la acumulación
de faltas de asistencia al trabajo, aunque estén justificadas. Antes de 2012,
para despedir a un trabajador que faltara demasiado era necesario que en ese
mismo centro de trabajo hubiera bastantes trabajadores que hicieran lo mismo,
de modo que la producción resultara afectada. Ahora no: basta con que la
persona despedida alcance ciertos porcentajes de inasistencia.
Despido colectivo. Es el mismo caso que el
despido objetivo (el trabajador no incumple pero al empresario no le interesa
mantener su puesto de trabajo), pero las causas afectan a toda la empresa y por
tanto se despide a muchos trabajadores a la vez. Es el llamado ERE, aunque ya
no es correcto llamarlo así. Tenía ese nombre porque era necesario que lo
autorizara la Inspección de Trabajo, es decir, que se iniciara un expediente
administrativo.
Este tipo de despido ha vivido grandes
reformas en los últimos años: sietemodificaciones desde 2010, en una regulación que llevaba sin tocarse desde
2003. La idea básica es que se puede recurrir a esta modalidad de despido
cuando la empresa esté afectada por causas económicas, técnicas, organizativas
y de producción. Pues bien: en 2010 se introducen dentro de las causas
económicas las pérdidas previstas, no
sólo las reales. En 2012, por su parte, se elimina la necesidad de expediente administrativo:
ahora, para despedir a una masa de trabajadores sólo es necesario negociar con
ellos de buena fe para buscar otra solución, pero si no hay acuerdo se puede
despedir igual.
Una vez ejecutado el despido, por
supuesto, quienes hayan sido afectados pueden recurrir la medida ante los
tribunales. Si el despido es correcto en todos sus extremos, se declarará
procedente. Si no, improcedente o nulo. Hay que entender bien esto:
improcedencia y nulidad son dos formas distintas de ilegalidad, con alcances
diferentes. Que el ERE de Telemadrid se haya declarado improcedente y no nulo
no quiere decir que sea legal: quiere decir que las vulneraciones de la ley son
de menor alcance que lo que pretendían los sindicatos recurrentes.
Así pues, ¿cuándo procede declarar un
despido improcedente y cuándo nulo? Depende, como ya he dicho, del alcance de
la ilegalidad:
1) Si
la causa del despido no está entre la lista de incumplimientos contractuales o
causas objetivas que permiten el despido (o si no es proporcional para justificarlo),
el despido es improcedente.
2) Si
el despido tiene como móvil una discriminación o vulnera derechos
fundamentales, es nulo. Se presume
la nulidad en una buena cantidad de casos (si la persona despedida disfruta de
una baja por maternidad, paternidad, adopción, etc.; si hace poco que ha vuelto
de una baja de ese tipo; si es una trabajadora embarazada o víctima de
violencia de género…): aquí será el empresario quien tiene que probar que la
causa del despido se debe a motivos legítimos.
3) En
cuanto a las formalidades del despido, depende. En caso de despidos
individuales (disciplinarios y objetivos), vulnerar las formalidades convierte
al despido en improcedente, igual
que hacerlos sin causa. Sin embargo, en caso de despidos colectivos, hacerlos
sin respetar el procedimiento de negociación lo convierte en nulo.
Sólo queda entonces una cuestión: ¿cuál
es la diferencia entre improcedencia y nulidad? Sencillo. La improcedencia es
una consecuencia relativamente leve, que permite al empresario optar entre
readmitir al trabajador o despedirle con una indemnización superior a la que le
corresponde. La nulidad es más radical: un despido nulo no ha existido nunca. Ese
trabajador nunca ha estado despedido y, por tanto, la readmisión ni se plantea:
no hay que readmitirle porque sigue siendo trabajador.
Al final he hablado poco del ERE de
Telemadrid. Su improcedencia significa lo que acabo de explicar: que el Ente
podrá seguir adelante con los despidos, aunque gastándose más dinero en
indemnizaciones. Pero sirva esta entrada para que se conozca mejor algo
tristemente tan cotidiano como el despido.
Cada
vez que el Gobierno anuncia que va a recortar nuestros derechos sociales o
políticos un poco más se desata en las redes sociales un pequeño debate con la siguiente
temática: “quienes nos gobiernan, ¿son malos o es que son tontos?” Normalmente
la respuesta es que son malos, pero yo no puedo estar de acuerdo. Efectivamente,
es la maldad quien guía sus acciones, pero, por suerte, hay una fuerte dosis de
estupidez en los medios que escogen para ejecutarlas. Me refiero, por ejemplo,
a leyes tan mal redactadas que por sus huecos caben elefantes o directamente inaplicables
en virtud de tratados internacionales.
Esto
les pasó con la reforma laboral de 2012 (que convertía al juez en un simple
notario, en contra de los convenios de la OIT ratificados por España) y les
acaba de pasar con la reforma de la jurisdicción universal. Como ya conté hace unas semanas, lo que el
PP pretendía era dificultar el acceso a la jurisdicción universal, obligando a
sobreseer una buena cantidad de causas que están poniendo en apuros
diplomáticos a España. La forma en que lo han hecho es dando una serie de
requisitos que deben cumplirse para perseguir cada delito, entre los cuales se
suele encontrar que el imputado se encuentre en España.
Una
de las causas que debían haber quedado archivadas es el caso Couso. Se trata de
un delito contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado,
que según la reforma sólo pueden ser perseguidos si el imputado es un extranjero
que resida o se encuentre en España o un español. Como sabemos, todos los
imputados son estadounidenses que residen fuera de España. Pues bien: hoy el
juez Pedraz, que es quien está instruyendo el caso, ha dictado un auto en el
que acuerda inaplicar la reforma, manteniendo en consecuencia la causa abierta,
porque es contraria a la IV Convención de Ginebra.
Hasta
donde yo alcanzo a ver esta decisión es perfectamente correcta, aunque fruto de
un activismo judicial innegable. En España, los tratados internacionales están
por encima de la ley en el sentido de que sólo pueden ser reformados mediante procedimientos propios de Derecho internacional. O, dicho a la inversa, las normas
internas no pueden modificar tratados internacionales, por lo que si se aprueba
una ley contraria a un tratado deberá dejar de aplicarse aquella en todo lo que
se contradiga con éste (1). Para más inri, el Tribunal Constitucional ha dicho
que los problemas de contradicción entre leyes y tratados no son competencia
suya, por lo que el juez ordinario (Pedraz en este caso) tiene un margen de
apreciación bastante amplio.
¿Y
aquí hay contradicción? Es evidente que sí. La IV Convención de Ginebra, que
regula el estatus de los civiles durante la guerra, obliga a los Estados parte
a “buscar a las personas acusadas de haber cometido u ordenado cometer una cualquiera
de las infracciones graves (2), y deberá
hacerlas comparecer ante los propios tribunales, sea cual fuere su nacionalidad” (artículo 146). La ley española
contradice al tratado en tanto en cuanto establece una amplia variedad de
supuestos en que esta obligación internacional no sólo puede sino que debe ser incumplida. Esto no implica que
la ley española deje de ser válida sino, como ya hemos visto, que el juez la
debe inaplicar.
El
auto de Pedraz dice alguna cosa más, pero siempre en la misma línea: las
obligaciones internacionales asumidas por España no pueden incumplirse aunque
una ley lo permita o incluso lo obligue. Evidentemente, esto no es una solución
general. Sólo puede aplicarse cuando la ley choque con aquellos tratados que le
impongan al Estado una obligación clara y terminante de perseguir a los autores
sea cual sea su nacionalidad, que no son la mayoría. Habrá que ver qué pasa con
crímenes de genocidio y lesa humanidad como los del Tíbet o Guatemala, las
torturas en Guantánamo o los vuelos de la CIA: no sé qué dicen los tratados
internacionales aplicables, pero siempre que establezcan el deber de los
Estados de investigar y enjuiciar los hechos será imposible que los jueces
encargados ordenen archivar las causas.
En
realidad esta victoria es algo pírrica. Nos están dando por todos lados y que continúen
abiertas dos o tres causas que iban a cerrarse no es gran cosa. Pero que
queréis que os diga, a mí a estas alturas ya me sabe bien cualquier cosa que le
pase al Gobierno.
(1)
Así lo dice también la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, que
en su artículo 27 establece que un Estado “no podráinvocarlasdisposiciones de su derecho internocomo justificación del incumplimiento de un tratado.”
(2)
El artículo 147 de la misma Convención considera el homicidio intencional una infracción
grave.
El otro día se difundió por Internet una
noticia horrible: una empresa seleccionaba a sus trabajadores con pruebas
humillantes, como el juego de la silla o el juego del pañuelo, en el cual
ganaba el puesto de trabajo quien cogiera un billete de 50 €, que sería parte
de su primer sueldo. En esta última prueba una trabajadora se lesionó, y eso
fue lo que hizo que el asunto saltara a la prensa. Lo verdaderamente pavoroso
es pensar en cuántas empresas estarán haciendo cosas parecidas, pruebas de
selección que atentan contra la dignidad de los aspirantes, sin que se entere
nadie.
Para mi sorpresa, cuando la noticia se
difundió empezó a correr una opinión que venía a decir más o menos lo
siguiente: “Sí, los de la empresa son esclavistas y todo lo que quieras, pero
es que también los candidatos, prestarse a algo así…” La opinión suele rematar
con un ejercicio de empatía inversa: “Yo de ser ellos me levanto y me voy. Mi dignidad
está por encima de eso.”
Esta reacción me sorprende, y
especialmente me sorprende verla entre la izquierda. Quien es culpable aquí es
la empresa que selecciona a gente de forma indigna, no los trabajadores que se
someten a ese proceso de selección. Punto. Sin repartir culpas. Sin “es que los
candidatos también…”. Decir este tipo de cosas supone una culpabilización clara
de la víctima, un cuñadismo de bar y una imposición de sus propias creencias
sobre qué es la dignidad. Implica también desconocer qué está pasando por la
cabeza de alguien que, enfrentado a esa situación, no se marcha dando un
portazo. ¿O es que los aspirantes a ese puesto de trabajo no eran conscientes
de que se estaba jugando con ellos?
Quizás la consecuencia psicológica más
grave que tiene la ausencia de ingresos regulares es la imposibilidad de
prever. Cuando tú tienes un sueldo, por muy bajo que sea, puedes hacer planes:
dedico tanto a alojamiento, tanto a comida, tanto a transporte, tanto a ocio. Si
el sueldo es una mierda dedicaré menos a ocio o sacaré parte de la comida de un
comedor social, pero tendré algo parecido a un presupuesto.
Cuando te quedas sin ingresos regulares y
sin posibilidad de obtenerlos a corto plazo, planificar se vuelve imposible. Y ello
implica que tienes que mirar muy bien cada gasto, equilibrar los escasos
ingresos y vivir al día. Te vuelves, por necesidad, cicatero. Aguantas las
cosas hasta que se caen a trozos. Andas siempre que puedes evitar coger un
medio de transporte. Prefieres comprar paquetes más pequeños, aunque a la larga
vayas a pagar más dinero, porque prefieres no gastarte de una sola vez todo el
dinero que cuesta el grande. La idea de un gasto imprevisto te provoca un
sobresalto. Y ves cómo se van acabando los ahorros, poco a poco pero sin pausa.
Y sigues buscando empleo, y sigue sin salir, y empiezas a deprimirte…
La mera posibilidad de que algunos de los
que fueron a esa entrevista de trabajo estuvieran en ese estado mental me
impide juzgarles. Me imagino en su lugar y es que les comprendo, tragándose la
rabia porque necesitan ese sueldo. Nos cabreamos cuando desde la patronal o el
periodismo lameculos dicen que cualquier trabajo y cualquier sueldo es mejor
que ninguno, pero en realidad tienen razón. La triste realidad es que hay gente
que hará lo que sea por trabajar en cualesquiera condiciones porque la
alternativa es peor.
Entiéndaseme bien: que cualquier sueldo
sea mejor que ningún sueldo no es algo bueno. Al contrario, es algo penoso y
que debe cabrearnos. Pero el blanco de nuestro cabreo debe ser el empresario
que ofrece un sueldo de mierda, el liberal cínico que lo justifica, la patronal
que lo alienta e, incluso, el sindicato que no lo denuncia. Nunca, nunca, nunca
el trabajador que lo acepta. (La frase del título procede de este párrafo de Las uvas de la ira)
Vivimos
un verdadero maremágnum legislativo. Si hay algo de lo que no se puede acusar a
este Gobierno es de pasividad: trabajan a diario y con constancia por el
objetivo de llevarnos al abismo. La Ley del Aborto, la Ley de Seguridad
Ciudadana, la reforma del Código Penal, la reforma de la Ley de Propiedad
Intelectual y el recorte de la jurisdicción universal son todas normas que han
sido aprobadas con el único objetivo de…
Así podría empezar un artículo cualquiera
de cualquier periódico o bloguero de izquierdas. Y probablemente, con ese
comienzo sería ampliamente difundido y retuiteado, llegaría a portada en
Menéame y se llenaría de comentarios elogiosos hacia el autor. Y nadie se daría cuenta de una cosa, pequeña pero relevante: nada de lo que he
mencionado está aprobado. No son normas en vigor. No son Derecho. No obligan a
nadie. Son proyectos que, con seguridad, acabarán aprobándose, pero hoy por hoy
no son ley.
“Buah”, podrá pensarse, “ya está éste con
sus sutilezas de abogado. ¿Qué más dará?” Pero sí da. Da, y mucho. Porque si
los periódicos anuncian a bombo y platillo que es Derecho lo que no lo es, la
gente empieza a actuar según lo que estipulan las nuevas normas. ¿Cuántas
mujeres creen que la Ley Gallardón está en vigor y ya no pueden abortar salvo
casos restringidos? Yo he leído alertas feministas que aclaraban que no lo está
ante las consultas sobre el tema. ¿Cuántas personas acuden a manifestaciones
con más miedo del habitual por si les aplican la Ley de Seguridad Ciudadana? Yo
he oído expresar este temor a amigos míos, gente bien informada.
Me decidí a escribir este artículo el
otro día, cuando leí a un iluminado columnista de El País decir que la clave
para entender el cierre de SeriesYonkis es la “reciente reforma de la Ley de
Propiedad Intelectual” (1). Y lo hice porque los periodistas, como
profesionales de la información, deberían tener un mínimo de rigor y no decir
que están produciendo efectos normas que no pueden aplicarse. Si ya es bastante
malo que en los titulares se diga día sí y día también que “el Gobierno aprueba
la ley de…”, que en cuerpo de los artículos y columnas de opinión se persista
en el error es deprimente.
Aun cuando el cuerpo del artículo diga
correctamente que el proyecto está en fase de tramitación, que no está
aprobado, ¿qué importa? La gente se informa como se informa y tiene la
comprensión lectora que tiene. Y no hablemos de los informativos, con sus
constantes “la nueva ley prohibirá…” sin ninguna referencia a cuándo va a
entrar en vigor esa prohibición. ¿Cuánta gente se informa en este país sólo (o principalmente)
con el telediario? Quienes nos molestamos en buscar fuentes de información
mejores (que, gracias a Twitter, obtenemos con facilidad) solemos olvidarnos de
que no somos mayoría.
En los momentos de mayor paranoia a uno
le da por pensar que, al margen de lo que puedan hacer periodistas bocazas, esta
desinformación es una estrategia consciente. Y no me extrañaría. Al fin y al
cabo estamos en un proceso de demolición no sólo del Estado social sino del
Estado de Derecho, y la seguridad jurídica (consagrada en el artículo 9.3 CE como
un principio que debe garantizarse) no iba a ser ajena a ello.
En el Antiguo Régimen, antes de las
revoluciones liberales, interpretar el Derecho era un problema menor al lado de
una tarea aún más titánica: identificar qué era Derecho. Saber cuáles de las normas
escritas (con distintos nombres y fuentes y sin jerarquía clara), de las
sentencias y dictámenes previos y de las costumbres que podían conocerse
estaban en vigor y eran aplicables en un juicio era prácticamente imposible. Ello
llevó a los ilustrados a postular la idea de la seguridad jurídica: es
necesario que todo el mundo pueda conocer qué normas hay, qué dicen y cuándo
entran en vigor. Fruto de esta idea nacieron, entre otras cosas, los Boletines
Oficiales.
Hoy en día no se pueden hacer secretas
las normas y dejar de publicar el BOE, pero sí se puede, si se quiere mermar la
seguridad jurídica, recurrir a la desinformación. Hay que aprovechar que la
gente ve el Derecho como una nebulosa, que no diferencia entre decreto, ley o
sentencia, que no ve nada raro cuando lee que un “proyecto de ley” tiene
efectos o que no conoce la jerarquía normativa. ¿El objetivo? Desmovilizar a la
población a base de confundirla. La huida hacia delante de un Estado sin legitimidad.
A la hora de analizar el impacto de las
normas jurídicas en la sociedad, hay que tener en cuenta una cosa: a la gente
le da miedo el Derecho. Es común, al recibir una notificación del Juzgado o de
la Administración, ponerse de los nervios y no hacer el más mínimo intento de
entenderla, supongo que porque “saben” (creen) que no van a ser capaces. No
digo ya la mera idea de sumergirse en la lectura de una ley que, a poco que sea
complicada (pienso en normas administrativas o fiscales) desalienta a
cualquiera que no tenga formación específica.
En realidad es bastante normal. El Derecho
no sólo posee un lenguaje técnico propio, sino que de la correcta comprensión
del mismo se deriva algo tan importante como saber qué puede hacer y qué no
puede hacer el sujeto. No resulta raro que muchas personas sean incapaces de
enfrentarse a él. Aprovecharse de esa incapacidad para reprimir es repugnante.
(1) Esa “reciente reforma” entró en el
Congreso de los Diputados el 14 de febrero y está en plazo de presentación de
enmiendas. Quedan aún muchos trámites y varios meses para que la norma se
publique en el BOE.
Hoy, 8 de marzo, es el día en que se
pretende recordar al mundo que las mujeres siguen siendo violadas, asesinadas,
discriminadas en el ámbito laboral, mutiladas genitalmente, acosadas y
menospreciadas por el solo hecho de serlo. Es un día en el que se habla, o se
debería hablar, de machismos macro y micro: leyes restrictivas sobre el aborto,
control de la sexualidad, discriminación salarial, techos de cristal, acoso
callejero o violencia de género son temas que deberían estar hoy en boca de todo
el mundo. Hoy debería ser un día para poner de manifiesto estos graves
problemas y para que los hombres escuchemos, al menos por una vez, las experiencias
con el sexismo que puede contar toda mujer.
Pero no es así. Y no es así porque
periódicos, empresas y algunas instituciones se han apropiado de este día de
lucha y lo han convertido en una jornada desprovista de todo contenido
ideológico. Lo que empezó siendo “Día de la mujer trabajadora”, y cuya
denominación ha quedado reducida a “Día de la mujer”, se llena de clases de
zumba, “noches de chicas”, tratamientos antiarrugas, zapatos y color rosa (1). Por
las redes sociales se difunden toda clase de lemas e imágenes pavorosas, tanto con la finalidad de
venderte algo como con la terrible buena intención de quien de verdad cree que
está teniendo un gesto halagador y bonito hacia todas las mujeres del mundo.
Han conseguido en pocos años convertir la
expresión “Día de la mujer” en algo aborrecible por lo normativo. Este día no
nació para “celebrar a la mujer” como un ser mitológico, pero han conseguido
que lo parezca. Cuando no es marketing descarado es la definición de las
mujeres a partir de sus relaciones (“Mujer: eres hija, madre, esposa…”) o el
mito de la “supermamá”, que trabaja 10 horas fuera de casa y luego cuida de su
hijito porque superpapá ha vuelto muy cansado después de 10 horas fuera de casa
y quiere ver la tele. La reivindicación que hacen las feministas de la expresión
“Día de la mujer trabajadora” pretende alzarse contra todo eso.
Al fin y al cabo, ¿qué mujer no es
trabajadora? Algunas tienen un trabajo remunerado y reconocido y otras no
porque trabajan en su propia casa en jornadas de 24 horas. De hecho, la mayoría
tiene los dos, lo que les lastra a la hora de desempeñar el primero porque, a
la hora de la verdad, se espera que elijan encargarse de los cuidados antes que
de medrar profesionalmente. Y, como eso es lo que se espera de ellas, tenemos lo que
hay: las mujeres están menos presentes en el mercado laboral, ascienden menos y
tienen que soportar preguntas sobre su intimidad en las entrevistas de trabajo.
La abogada Verónica del Carpio ha
recopilado una serie de datos sobre las mujeres en la Justicia que son para
echarse a temblar. Hay un 50% de juezas y magistradas en la carrera judicial
española (2), pero de los 83 magistrados que hay en el Tribunal Supremo, sólo
11 son mujeres. La Sala de lo Civil no tiene mujeres (la única que ha habido es
ahora mismo una de las dos magistradas del Tribunal Constitucional) y la de lo
Penal, tiene a una desde hace un mes. La cosa no está mejor en niveles
inferiores: de los 17 Tribunales Superiores de Justicia sólo uno está presidido
por una mujer, y de las 49 Audiencias Provinciales sólo hay diez presidentas. Y
así sucesivamente.
Me parece aterrador porque estamos
hablando de la Administración pública. Si hay un sitio donde los criterios de
ascenso están determinados objetivamente es ahí. La excusa de la edad no es
asumible: como la propia Del Carpio dice, hay juezas ya jubiladas. Es un tema
de género. Es tan fácil como que si paras de trabajar uno o dos años por cuidar
a tu hijo tu carrera queda suspendida y a ver luego cómo la reinicias. Y quien
diga que eso no sesga a las mujeres o que quien se coge una excedencia para
cuidar a los hijos es porque quiere, que mire todas estas resoluciones del CGPJ
y se fije en el sexo de las beneficiadas. Y digo las beneficiadas porque hay un
solo hombre en el último año. Por supuesto que no es sólo el tema de la
maternidad, pero es el más evidente y mensurable.
Sólo he puesto un ejemplo de una discriminación.
Cualquier mujer puede dar cuenta de mil más. Por eso estoy de acuerdo con que
hay que despojar a este día de la connotación desideologizada, comercial y
normativa con la cual, por intereses económicos o por mero desconocimiento, se
le ha cubierto. El día de hoy no es una jornada de fiesta y celebración, sino
de lucha (3). Como dice una de las correctoras de esta entrada: “Cuando hayamos
abolido el patriarcado el 8 de marzo podrá simbolizar una tarde en el spa. Mientras
tanto…”
(2) Lo cual ya es un sesgo porque, como
podrá atestiguar cualquiera que alguna vez haya pisado una facultad de Derecho,
hay bastantes más mujeres que hombres en la carrera. Por poner un ejemplo, en
mi orla, hecha en 2012, hay 59 mujeres frente a 25 hombres.
(3) Aunque ésta, por supuesto, pueda
tener un carácter festivo.
Vivimos tiempos de mierda. No hay más que
ver las noticias o, incluso, mirar por la ventana. Paro, trabajos precarios,
desahucios, corrupción, privatizaciones y recortes, gobernantes y empresarios riéndose
en nuestra cara… En fin, el panorama desolador al que ya estamos acostumbrados,
y con el que se encuentra el poder a la hora de gestionar. El problema es que
el poder (no sólo el político, evidentemente) no tiene interés o capacidad para
arreglar este problema. Por tanto, la gestión sólo puede ir por un sitio:
evitar que estalle. Descubrir formas de incrementar la presión que soportamos los que estamos abajo
sin responder.
Este control social se puede hacer de dos
maneras. La primera es la represión, y en esa dirección van medidas como la
reforma del Código Penal o la Ley de Seguridad Ciudadana, que se encuentran en
tramitación. También viene por aquí la Ley de Tasas Judiciales, que deja a
muchos ciudadanos inermes frente a la estafa de las preferentes o la cláusula
suelo, ya que la tasa que tienen que pagar es proporcional a la cantidad de
dinero que se reclama. Pero la represión, con todo, tiene la ventaja de ser
visible. Se puede combatir contra ella.
La segunda forma de ejercer el control
social es peor, porque se infiltra dentro de nuestras cabezas. No impide que
nos rebelemos: impide que tomemos la decisión de rebelarnos, que es peor. Tradicionalmente
era la religión quien ejercía buena parte de ese papel, pero hoy la gente pasa
de Dios, así que hay que buscarse otra cosa. Y hoy los grandes candidatos a
constituir este freno mental son la autoayuda, el emprendimiento y el coaching
en combo.
¿Me he pasado? No, en absoluto. El discurso
del emprendimiento no es un mero fomento de la creación de empresas: es el
abandono del Estado de una responsabilidad, la de garantizar que todo el mundo
tenga acceso a un salario digno. Allá os las compongáis: emprended en lo que
sepáis y que la mano invisible decida. Y el coaching y la autoayuda, tan
relacionados entre sí, complementan el mensaje: el único obstáculo entre tú y
tu éxito está dentro de tu cabeza, en tus miedos e inhibiciones. Sólo te hace
falta tener voluntad y actitud positiva para que las cosas salgan bien.
A poco que se analice críticamente ese
discurso se descubre un mensaje horrible. Márcate un objetivo individual, sea
el dinero, la familia, la realización personal o cualquier otro que no sea
colectivo o político. Ten una actitud positiva, sal de tu zona de confort,
completa la dinámica de grupo o ejercita cualquier otra técnica que el
vendehúmos de turno tenga a bien venderte. Y ya está, a triunfar. Factores como
la constancia, el trabajo duro más allá de las fronteras de tu mente, la
suerte, las habilidades prácticas o incluso el hecho de que tu idea o tus
métodos sean una mierda ni se contemplan. No existen. Todo vale, todo es bueno,
todo merece aplauso, nada merece crítica y estás listo para triunfar.
¿Y dónde está lo malo de todo esto?
¿Acaso no es bueno motivar a la gente para que consiga sus objetivos? Bien, no
seré yo quien lo niegue, pero desde luego esta motivación no es adecuada. Porque
en este mundo el fracaso es inevitable para la mayoría: los recursos son
limitados, no todas las ideas son adecuadas, la gente comete errores y un
sinfín de causas más. Simplemente en la cúspide no hay sitio para todo el
mundo, porque si no no sería la cúspide. Y aquí llegamos al quid de la
cuestión: si la receta del éxito es algo tan sencillo como cambiar de actitud,
la culpa del fracaso es íntegramente del sujeto que fue incapaz de hacerlo. Con
lo sencillo que es salir a comerse el mundo.
Esta es una de las razones por las cuales
la ideología del coaching y la autoayuda es perniciosa: porque culpabiliza al sujeto
de todos sus fracasos, sin concederle ninguna importancia a unas dificultades
externas que, como mínimo, tuvieron un papel en el hundimiento. Pero hay otra
razón, quizás peor, por la que rechazo esta ideología: que es perversamente
paralizante. Al centrarse en el cambio de actitud individual rechaza
expresamente la organización colectiva como motor de cambio. Si yo marco mi
objetivo y yo cambio de actitud yo triunfaré: por tanto, los demás son meros
objetos, peones que tengo que usar, escalones que tengo que sobrepasar,
obstáculos que tengo que sortear. La respuesta de esta ideología ante un ERE no
es “júntate con tus compañeros y parad la empresa hasta que se sienten a
negociar”, sino “compite como una bestia con tus compañeros por los cuatro
puestos de trabajo que van a dejar”.
Esta podrida ideología, a la que hasta
ahora me he referido en el ámbito empresarial, lo está impregnando todo.
¿Relaciones interpersonales? Ahí tienes los pick-up
artists y la seducción científica entrenándote para que trates a la gente
como objetos coleccionables. ¿Salud física? Yo estoy harto de oír a gente
hablar del cáncer como una cuestión de “voluntad de luchar”. ¿Salud mental? La
anorexia, la depresión y demás trastornos son cosas de las que se puede salir
simplemente cambiando. ¡No te deprimas, estate alegre! ¿Política? El ejemplo
más notable es Monedero y su fábrica del amor, pero en realidad todas las
políticas públicas sobre empleo y emprendimiento parecen estar teñidas de esta
mierda.
Ésta es, desnuda, la ideología del
coaching y la autoayuda. Leo Masliah lo dice más claro que yo, pero en realidad
no es difícil. Todo es voluntad. No hay nada objetivo. Todo está en tu cabeza,
y si no está ahí es que igual eres un fracasado. Sólo importas tú. Triunfa. Gana.
No flaquees. Los demás son una rémora o un recurso. No hay sitio para la ética,
la amistad, o las relaciones sanas, porque quien importa eres tú. Y recuerda,
siempre recuerda: la humanidad se interpone en el camino del éxito.
Dándole vueltas a cómo
empezar un post en un blog ajeno he pensado que la mejor manera es ser clara y
directa. Soy @TallulahBeesley y la semana pasada asistí a un curso de coaching.
Os lo resumo rápidamente: estoy en un P.I.E. (Programa Integral de Empleo) y
desde ahí me apuntaron al curso para ayudarme a buscar empleo usando el
coaching como herramienta. Había escuchado hablar de coaching y coachs pero no
sabía lo que era ni a qué me iba a enfrentar. Tras el primer día mi indignación
fue tal que terminé desahogándome en Twitter. A raíz de ahí, @miquintopino y
@Daurmith me propusieron usar un hashtag para comentar el curso y elegí
#coachinadas (emulando el HT que usa @Daurmith, #punsetadas).
Paso a relatar día a día lo
que más me indignó del curso y lo poco que saqué de él favorable a mi situación
de desempleada de larga duración. Para indicaros mi opinión al respecto, al
final de cada situación pondré MAL o BIEN entre paréntesis:
LUNES
El primer día creo que fue
el peor y el más insultante para todos los que estábamos allí. Éramos 32
personas que no teníamos ni idea de lo que nos esperaba. Comenzó la Coach#1
presentándose. Estuvo aproximadamente media hora contándonos su estupendísima
vida: viajes, estudios, trabajos, maternidad, infancia: todo muy interesante
(*cartelito de sarcasmo*) (MAL). Tras ella, se presentó la Coach#2; una mujer
que nos contó cómo superó una terrible enfermedad gracias a su actitud positiva
y que nos convidó a presentarnos diciendo “estoy en paro, pero no pasa nada”
con una sonrisa de oreja a oreja (MAL). En este punto, mi cabreo ya era de un
nivel considerable y ya me había preguntado 3 veces qué demonios hacía allí
metida. Tras ellas, nos tocó el turno a las personas que estábamos allí
sentadas con cara de no entender nada.
La Coach#2 nos habló de su
filosofía de vida: la actitud positiva. Nos espetó que nuestro problema a la
hora de buscar trabajo y de estar desemplead@s era que no teníamos actitud
positiva. Pudo decir como 20 veces “actitud positiva” mientras hablaba. Y nos
lo decía a nosotr@s, parad@s de larga duración a l@s que la actitud positiva ni
nos va a dar de comer ni nos va a calentar por las noches. Nos dio una serie de
recomendaciones para no estar angustiad@s, tristes o decaíd@s por no encontrar
empleo: levantarnos por la mañana y maquillarnos, afeitarnos esa barba de tres
días y ponernos la mejor ropa que tengamos (MUY MAL). Con estos consejos, según
ella, conseguiríamos afrontar el día con actitud positiva y la cabeza bien
alta. Y nos puso un ejemplo de actitud positiva, un ejemplo que es el HORROR.
Nos contó que en el campo de concentración de Auschwitz sobrevivían aquellas
personas que tenían dependientes, hijos o retrasados (¡) a su cargo. Sobrevivían
porque vivían por y para otras personas y por eso tenían una actitud positiva.
Parece que para ella, el tema de las cámaras de gas fue un detalle secundario y
sin importancia para la supervivencia en Auschwitz (MUY MUY MUY MUY MAL).
Tras los delirios de la
Coach#2, la Coach#1 nos contó el cuento de la zanahoria, el huevo y los granos
de café. La conclusión de éste era que teníamos que preguntarnos si somos como
la zanahoria que es dura pero tras hervirla pasa a ser blanda, como el huevo
que es blando y tras hervirlo pasa a estar duro o como los granos de café que
son duros y si los hierves sueltan lo mejor de sí mismos y siguen siendo duros;
tomando el agua hervida como una adversidad que tenemos que afrontar (MAL).
Para finalizar la primera y
peor sesión de coaching nos sacaron al patio a hacer el ganso. Por grupos,
tuvimos que elegir una frase motivadora. Estando todos en círculo, grupo a
grupo íbamos saliendo al centro y mientras andábamos teníamos que ir gritando
nuestra frase para conseguir que los demás fueran uniéndose al grupo y la
gritaran con nosotr@s. Salieron las típicas frases de “querer es poder”, “nadie
va a pararme”, y demás chorradas. Al final, la Coach#1 nos animó a decir alguna
frase motivacional más que se nos ocurriera. Uno de los que allí estábamos
gritó “¡Con dos cojones!” y comenzó a andar en círculo. El resto comenzó a
seguirle poco a poco, gritando la frase con él. 5 mujeres y yo nos quedamos en
nuestro sitio y cuando nos animaron a participar les contesté “yo no tengo cojones,
tengo ovarios”. La mujer que estaba a mi lado me miró sonriendo y asintió. En
fin, creo que no hace falta comentar lo chorrada que es hacer dinámicas de este
estilo y la machirulada que se mercaron al final (MAL).
MARTES
El segundo día fui con miedo
por no saber qué clase de paparruchadas nos iban a soltar. Comenzamos con un
repaso de las cualidades y los valores que teníamos que tener: actitud
positiva, motivación, seguridad y fuerza interior. La palabrería del coaching
ahonda mucho en términos que se usan en la autoayuda (MAL).
Hicimos un trabajo de debate
sobre unas frases que nos proporcionaron en tarjetas. Eran frases del tipo “me
cuesta mucho pedir ayuda, prefiero siempre buscarme las soluciones” o “no me
tomo el tiempo necesario para pensar las cosas importantes, necesito respuestas
rápidas”. No estuvo mal porque nos hizo participar en un debate bastante
interesante sobre cómo solemos afrontar los problemas o las incidencias que surgen
en nuestra vida (BIEN).
Tras una pausa nos pusieron
a dibujar nuestra “rueda de la vida”. Se trata de un círculo dividido en
distintas secciones. Cada una de ellas está referida a una situación, un
componente o una disciplina de nuestra vida y de lo que somos. Las secciones
eran: cabeza, cuerpo (referido al físico), emociones, salud, familia de origen,
familia actual/pareja/romances, amigos/ocio, economía, trabajo/carrera/estudios
y crecimiento personal. Nos invitaron a tachar los que no nos sirvieran o a
sustituirlos por otros que sí (en este punto, yo taché cuerpo y puse
feminismo). Puntuamos del 0 al 10 el nivel de satisfacción que tenemos en cada
área, huelga decir que tod@s pusimos 0 o 1 en trabajo y economía. Nos invitaron
a comentar qué podríamos hacer para cambiar las puntuaciones de las áreas más
bajas y comenzaron con el ejemplo de cuerpo. Aquí ya me eché las manos a la
cabeza con el ejemplo: la Coach#1 nos contó que no hace mucho pesaba 40 kg más.
No tenía problemas de salud y no se veía mal con su cuerpo pero decidió que
tenía que adelgazar para “sentirse mejor consigo misma”. Un ejemplo muy
revelador. Nos preguntaron qué áreas teníamos que mejorar y, por fin, alguien
dijo economía. La respuesta literal de la Coach#1 fue: “mmmm economía… se me
ocurre que para mejorar vuestra economía lo que tenéis que hacer es buscar….mmmmmm….
buscar fuentes de ingresos. Ya está: la economía se soluciona buscando fuentes
de ingresos. Seguimos, vamos a ver ahora las emociones que es mejor trabajarlas
porque…”. Aquí nos miramos todos con caritas de incredulidad ante lo que acababa
de soltar (MAAAAAAAL).
Para el área de las
emociones nos puso un ejemplo: en su escuela de coaching trataba con un grupo
de ejecutivos cuyo problema era que trabajaban hasta 14h al día y no podían
disfrutar de todo lo que ganaban con sus familias. Tenían problemas para
afrontar sus emociones (ay, pobres) y ella se encargó de ayudarles, apoyarles y
guiarles para que tomaran las riendas de su vida personal y fueran felices.
Este fue el mejor ejemplo que se le ocurrió ponernos a nosotr@s, parad@s de
larga duración (MAL).
Para rematar el día nos
hablaron (demasiado) de emprender y nos pusieron este horrendo y machista
vídeo:
MIÉRCOLES
Por fin el tercer día fue
más tranquilo. Nos hablaron del método SMART para fijar nuestros objetivos a
través de preguntas. Con un PowerPoint (no podían faltar) nos fueron haciendo
distintas preguntas para aclarar y apuntar nuestros objetivos. Las primeras
preguntas eran bastante absurdas, del estilo:
-¿Qué es lo que quieres?
-TRABAJAR.
-¿Qué quieres lograr
exactamente?
-¡¡¡¡¡TRABAJAR!!!!!!
Luego ya vinieron preguntas
mejores y concretas sobre cuáles son nuestras fortalezas, debilidades,
oportunidades y habilidades. Esto me pareció una chorrada porque yo sí tengo
claro cuál es mi objetivo y lo que quiero conseguir pero hubo mucha gente a la
que le sirvió bastante el hacerse esas preguntas y fijarse los objetivos
(BIEN).
Tras esto, otro vídeo de
horror:
Por último, nos sacaron de
nuevo al patio a hacer dinámicas (a hacer el ganso) hasta que llegó la hora de
irnos (MUY MAL).
JUEVES
El jueves fue el día más
productivo para mí, por fin hablamos de trabajo en serio. Hablamos sobre cómo
afrontar una entrevista de trabajo y cómo emprender (BIEN). Para ambas opciones
nos mostraron una lista de 34 talentos confeccionada por el Instituto Gallup de
Madrid (se encarga de hacer estudios de mercado). La lista la generaron a raíz
de los perfiles de trabajadores que buscan las empresas. Esta parte me pareció
la más interesante del curso porque me ayudó a saber todo lo que puedo ofrecer
como trabajadora y cómo expresarlo en una entrevista de trabajo (BIEN). Pero no
podía ser todo tan bonito y estupendo. En el talento 5, “organizador – director
de orquesta” que consiste en ser capaz de gestionar varias variables a la vez,
la Coach#1 nos puso como ejemplo que ella tenía este talento. Lo tenía tan
desarrollado que usaba el coche como oficina hasta el punto de que le han
quitado varios puntos del carné de conducir. “Soy tan multifuncional que me
faltan puntos del carné de conducir, jajajajaja”. Un ejemplo a seguir, nunca
mejor dicho (MAL).
VIERNES
El último día nos dieron a
elegir entre hacer collages o salir al patio a hacer dinámicas sobre las
emociones. Yo elegí hacer collages (por no volver a hacer el ganso) pero al
final quedaron entre las coachs en hacer ambas cosas. Primero nos pusimos los
collages: teníamos que hacer 4: uno sobre el futuro que queremos tener, otro
sobre el aprendizaje (aquellas habilidades que necesitamos para conseguir ese
futuro), otro sobre los obstáculos y el último sobre lo que nos había ayudado a
conseguirlo. El ejercicio consistía en imaginarnos en nuestro futuro con todo
aquello que queremos conseguir y volver desde el futuro al presente pasando por
todo lo que hemos tenido que hacer y aprender para lograrlo (MAL). Una chorrada
como un castillo de grande pero me pareció mejor que salir a hacer el ganso.
Para finalizar el último día
hicimos las dinámicas sobre las emociones. Se trataba de conseguir generar una
emoción en nuestra mente a través de nuestro cuerpo por medio de posturas. Las
emociones que tratamos fueron: miedo, alegría, tristeza, rabia, amor de ternura
y amor de seducción (ya empezamos mal). Nos pusieron a hacer el tonto: “ladea
la cabeza, abre la boca, anda con indiferencia, respira fuerte…” para que
sintiéramos esas emociones. En fin, hacer el ganso mucho (MAL).
Para finalizar, la Coach#1
se despidió definiéndose como una “incordiadora cordial” y una “líder
emocional” (MUY MAL).
Nos pasaron dos
cuestionarios: uno de la escuela de la Coach#1 y otro del P.I.E.. En ambos puse
con demasiado respeto la mierda que me parecía todo aquello. Nos pidieron los
emails para enviarnos tooooodos los PowerPoint que habían usado durante el
curso (por supuesto no les di el mío) y firmar un permiso para usar las fotos y
vídeos (¡) que nos habían hecho en su página web, cosa que tampoco firmé.
Así termina este resumen
sobre mi semana de coaching. Añadir que casi todos los días nos pedían buscar
una “pareja exótica y maravillosa” para hacer las actividades, que nos hacían
técnicas de relajación casi todos los días y que aplaudían siempre que alguien
terminaba de hablar.
En mi siguiente reunión con
la coordinadora del P.I.E. le conté todo lo que he relatado aquí y le dejé
claro que me parece una estafa y un insulto hacer cursos así con parad@s de
larga duración. Alucinó con muchas de las cosas absurdas que nos dijeron
durante el curso y tomó nota de lo que le pareció más indignante para tenerlo
en cuenta. Y me confirmó lo peor: estos cursos están pagados con la subvención
que recibe el centro por el P.I.E., es decir, está pagado con dinero público.
Muchas gracias a
@ComandanteVimes por dejarme un huequito en su blog, a @KatieSony por sugerir
este post, a @miquintopino y @Daurmith por el HT #coachinadas y a tod@s los que
me habéis comentado los twits dedicados a #coachinadas; gracias a vosotr@s he
superado este curso con muchas risas Y SIN ACTITUD POSITIVA.