A
la hora de hablar de aborto, los grupos de fuerzapartos intentan darle a su
posición un aura de respetabilidad científica diciendo que su postura es una
cuestión de biología: el feto es un ser humano y no hay más que hablar. Dedico esta
entrada a desmontar esta idea: el debate sobre el aborto no se mueve, no se ha
movido nunca, en el plano de la biología.
En
materia de aborto hay una realidad fáctica, biológica, en la que todos estamos
de acuerdo: la interrupción voluntaria del embarazo es la destrucción, por
decisión de la gestante, del embrión o feto que hay en su interior. Sobre esta afirmación
no hay duda y, por tanto, no hay debate. La ciencia no puede ir más allá. La ciencia
no nos puede decir si las mujeres deben o no abortar o si el Estado debe o no
permitirlo porque eso es una cuestión ética y política, no científica.
En
otras palabras, la ciencia se ocupa del ser, de describir y explicar lo que
existe: en este caso, existe un feto de la especie humana que es destruido por
voluntad de su gestante. Pero no puede ocuparse del deber ser, es decir, de las
dos preguntas que rodean el aborto: ¿debe el Estado permitir la interrupción
del embarazo? ¿Es ético que una mujer se la practique? Pretender que una de las
posturas en este debate se deriva directamente del sustrato fáctico es,
simplemente, un ejemplo de deshonestidad intelectual.
El
debate sobre el aborto, digámoslo claro, trata sobre la asignación de derechos.
¿Tiene el feto derecho a la vida? ¿Tiene la mujer derecho a incidir sobre el
feto que crece en su interior? ¿Tiene el padre algún derecho sobre el proceso?
¿Y un comité de médicos? El resultado que se le dé dependerá de los bienes jurídicos
que se contrasten y de la forma en que se conciba el círculo de la moralidad,
cosas que no tienen ninguna relación con la realidad biológica subyacente.
Así,
los profetos consideran que el feto debe estar dentro del círculo de la
moralidad, porque su criterio es haber sido concebido dentro de la especie
humana. Los proelección consideramos que no debe estarlo (al menos no durante
todo su desarrollo) porque el criterio debe ser otro, por ejemplo, la capacidad
de sentir dolor o la viabilidad. La realidad biológica subyacente es la misma:
la valoración e interpretación que se le da, no.
Por
supuesto, todo el debate aparece teñido de biología. Tiene sentido, ya que
hablamos de seres humanos. La inclusión de un feto en el círculo de la
moralidad se basa, en definitiva, en si se le considera parte del cuerpo de su
gestante o un individuo independiente. Es fácil acudir a la biología para
sustentar las propias opiniones. Pero no creo que debamos caer en su juego. Hay
que reivindicar el derecho a decidir de las mujeres entendiendo que nuestros
argumentos han de moverse en el plano de la política y la ética, no de la
biología.
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