La
violación es, quizás, uno de los crímenes más graves que puede sufrir un ser
humano. Un homicidio es ciertamente más grave, pero no deja secuelas
psicológicas en la víctima por razones obvias. Otros delitos, que atentan
contra la libertad (amenazas, coacciones) o la intimidad (allanamiento de
morada, descubrimiento y revelación de secretos), son también bastante graves,
pero quizás no tanto como una agresión sexual, que atenta contra ambos bienes
jurídicos y no sólo contra uno de ellos. La agresión sexual, además, tiene un
componente vejatorio que los otros tipos no tienen por qué tener: las
violaciones no son cuestión de sexo sino cuestión de poder y dominación, y
normalmente el agresor se asegura de que la víctima se dé cuenta.
Sobre
los delitos contra la libertad sexual hay muchos mitos machistas. Especialmente
preocupantes son los que afirman que el comportamiento de la víctima justifica
de algún modo la agresión, que hay ciertos momentos (como justo antes de una
relación sexual o durante la misma) donde la negativa a continuar no tiene
validez, que el hecho de que la víctima pueda haber disfrutado de la relación
no consentida(1) lo hace menos delito o que la incidencia de denuncias falsas es lo bastante
alta como para que constituya un problema. Si la víctima del delito es un
hombre los mitos tienen que ver con la pérdida de su hombría, sea eso lo que
sea. Incluso hay quien considera que, si la víctima es un hombre y la agresora
una mujer, no es un delito porque los tíos siempre estamos pensando en lo mismo
y qué suerte echar un polvo.
Toda
esta mitología, propia de estos tipos delictivos, avergüenza a las víctimas,
mantiene el delito en los círculos privados e impide los juicios y las condenas
que serían pertinentes. Haber sido violado es una vergüenza, al contrario que
haber sido asesinado, robado, amenazado o lesionado. Es normal que cuando
alguien ha sufrido un delito se multipliquen a su alrededor los consejos para
que no vuelva a suceder o las recriminaciones por no haber sido más precavido,
pero no tienen el matiz de reproche que sí tienen los delitos contra la
libertad sexual. “Es que como se te ocurre vestirte así”, “yendo así vestida no
me extraña”, “no deberías haberle calentado tanto” y demás.
Y
lo peor es que no hay información adecuada sobre el tema. Cuando buscas “me han
violado” en Google lo primero que sale es una pregunta de Yahoo! Respuestas
cuya respuesta mejor valorada dice que la víctima debe confiarse a Dios. Ni información
sobre consecuencias legales, ni apoyo a la hora de denunciar, ni recomendaciones
a seguir después del acto ni nada: encomiéndate a Dios.
Por
este tipo de cosas he colaborado en www.mehanviolado.com, una web que pretende dar
toda la información que falta a las víctimas de estos horribles delitos. Las
otras personas que hay detrás del proyecto son, por sus nicks en Twitter, @Elisafvic,
@mariuskagc, @ Beamnz,
@soydelbierzo, @Sovcolor y @AinaDiazV.
Follow a todos ellos y echadle un ojo a la web: estamos abiertos a sugerencias
de mejora.
(1) Esto puede pasar, especialmente si el contexto del delito tiene más que ver con la intimidación que con la violencia o en ciertos casos de abuso sexual donde se obtiene un consentimiento viciado por la situación de superioridad del ofensor.
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