martes, 29 de mayo de 2012

Por qué Javier Krahe va a ser absuelto

Hoy se ha celebrado la vista del juicio que se sigue contra el cantante Javier Krahe por el vídeo “Cómo cocinar a un Cristo”, un corto de exactamente 54 segundos que ha ofendido profundamente a los cristianos de todo género y condición que existen en este país. Sin embargo, preveo que lo que más les va a ofender es el hecho de que Krahe vaya a salir absuelto. Porque, a no ser que le toque un juez ultramontano, de estos que prefieren poner sus convicciones personales por encima del Derecho, nadie va a ver delito en lo que ha hecho Krahe. Ya para empezar, la Fiscalía no lo ha visto y ha pedido la libre absolución.

Éste es el vídeo de la discordia:

El tipo que pretenden aplicarle es el artículo 525.1 CPE, que reza (nunca mejor dicho) así:
Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.
Ahora debemos analizar los elementos del tipo para saber si en este caso concurren. Los elementos objetivos (la conducta de Krahe) concurren todos:
1)     Escarnio: el escarnio es, según la RAE (LINK), una “burla tenaz”. Para María Moliner es una “burla extraordinariamente humillante” a comparar con términos como mofa, befa, irrisión y sarcasmo. El vídeo de Krahe es una burla irreverente hacia los dogmas cristianos, eso está claro: muy probablemente se pueden considerar que concurre el escarnio.
2)     Publicidad: evidentemente concurre este requisito, ya que el vídeo se emitió en un programa de televisión hace ocho años. Ello implicaría, por cierto, que el delito fue cometido entonces, aunque el vídeo tenga casi 35 años.
3)     Documento: un vídeo puede considerarse documento, aunque el legislador ha errado al elegir esa palabra porque es un tanto equívoca. Nos podemos preguntar, por ejemplo, qué pasaría si alguien realizara los mismos actos de cocinar al Cristo en un lugar público (por ejemplo, el Retiro) y completamente en silencio, en plan performance. No habría forma de condenar a esa persona.
Sin embargo, aparte de los elementos objetivos del tipo, se requieren siempre unos requisitos subjetivos que tienen que ver con las intenciones del acusado y que resultan difíciles de probar. Normalmente todos los delitos requieren el dolo, definido genéricamente como conocer y querer el resultado delictivo. Sin embargo, el tipo que estamos analizando va más allá al requerir no el dolo sino el ánimo específico de ofender los sentimientos. Efectivamente, los elementos objetivos deben haber sido cometidos para ofender esos sentimientos.
Aquí es donde cae todo el caso. Para empezar, la acusación contra Krahe no se sostendría ni aunque el tipo sólo exigiera el dolo, por una razón muy sencilla: el programa era en directo, y Krahe no sabía qué imágenes estaban apareciendo detrás de él cuando contestaba a las preguntas. Algunas de esas imágenes (fotogramas, no el vídeo) fueron de ese corto, que se tomaron de un documental sobre la vida del cantautor que incluía toda clase de material gráfico original. Para más INRI, dicho documental fue hecho a espaldas de Krahe, en plan sorpresa, por lo que éste no influyó ni siquiera en sus contenidos.
La otra acusada, Montserrat Fernández, tampoco es culpable de nada. Ella hizo emitir esas imágenes, como hizo emitir muchas otras del corto, sin que vaya a poder probarse ningún ánimo específico de ofensa. Normalmente un ánimo es muy difícil de probar, y el acusado siempre puede defenderse alegando que estaba operando con animus iocandi o, como en este caso, con animus mostrandi, si es que ese vulgarismo latino quiere decir algo: es obvio que Fernández quería enseñar fragmentos del vídeo y eligió algunos de los que consideró más representativos, ya está.
Ante tal panorama, es muy lógico que la Fiscalía haya pedido la libre absolución de Krahe (y no se sabe si de Fernández, ya que el interés mediático no se centra en ella), y más lógico será que el juez le absuelva. La acusación particular rabiará y recurrirá, pero no obtendrá nada. Al final el verdadero castigo de Krahe y Fernández será el via crucis judicial que les están haciendo pasar por un hecho que, con el Derecho de este país en la mano, no es delito.

viernes, 25 de mayo de 2012

Los antivacunas y el dilema del prisionero

El dilema del prisionero es, probablemente, el más conocido de todos los problemas de teoría de juegos. Dice así:

Supongamos que la Policía atrapa a dos delincuentes, A y B. Les tiene en celdas separadas, y a cada uno se le dice lo siguiente: Tenemos pruebas contra vosotros por posesión ilícita de armas (2 años), y sospechamos que ambos robasteis el banco aunque no tenemos pruebas (10 años). Si tu cómplice te delata, te llevas la pena de 10 años; si no lo hace, sólo la de 2. Si tú delatas, tu pena, sea cual sea, se reduce a la mitad. Se le está proponiendo este mismo trato a tu cómplice.

Cada delincuente tiene aquí dos estrategias: cooperar (con su compañero, es decir, no delatarle) y no cooperar (con su compañero, es decir, delatarle). Ello da lugar a la siguiente matriz de pagos:


A

Coopera
No coopera

B

Coopera

Posibilidad 1

A: 2 años
B: 2 años

Posibilidad 2

A: 1 año
B: 10 años
No coopera

Posibilidad 3

A: 10 años
B: 1 año

Posibilidad 4

A: 5 años
B: 5 años

La estrategia óptima desde la perspectiva del grupo es “cooperar / cooperar”, pero los jugadores no lo ven así. El equilibrio del juego está en “no cooperar / no cooperar”, porque es el conjunto de estrategias que, si fuera conocido por todos los jugadores, no llevaría a ninguno a cambiar la suya propia. Es decir, si A sabe que B va a cooperar, él no cooperará para tratar de llegar a la Posibilidad 2 (que le beneficia más que la 1); si A sabe que B no va a cooperar, él tampoco cooperará, para tratar de evitar la Posibilidad 3 (que es la que más le perjudica). Como B razona igual, ambos acabarán en la posibilidad 4.

Este juego tiene una aplicación práctica para explicar el dilema de la acción colectiva. En las acciones colectivas la aportación de cada persona es ínfima, los costes son privados y los beneficios son públicos. Me explico: en una manifestación contra los recortes en educación, la participación de cada manifestante es escasa (porque hay muchos). Las mejoras en educación que se consigan son un beneficio público que además no es seguro; los costes de asistir a la manifestación los paga cada manifestante.

En esa situación, existe una fuerte tendencia a decir: “buah, si mi sola presencia no va a conseguir nada, si el beneficio no es seguro, si cuando se consiga yo lo voy a disfrutar igual y si tengo que perder la tarde para ir a la manifestación, me quedo en casa”. A esto se le conoce como lógica del free rider y puede ser expresada mediante un dilema del prisionero, donde A es el free rider y la Sociedad es el resto de miembros del grupo:




SOCIEDAD

Coopera
No coopera

A

Coopera

Posibilidad 1

A: B - C
S: B - C

Posibilidad 2

A: -C
S: 0
No coopera

Posibilidad 3

A: B
S: B - C

Posibilidad 4

A: 0
S: 0

Si A coopera con la sociedad, se dará la Posibilidad 1. Sin embargo, A prefiere buscar la Posibilidad 3, en la cual recibe el beneficio sin asumir el coste. Y, sobre todo, lo que pretende evitar es asumir los costes de ir a la manifestación y que allí no haya nadie (o no haya suficiente gente para cambiar las cosas) y caer en la Posibilidad 2. Si todo el mundo razona así, nadie participaría y estaríamos en el caso de la Posibilidad 4.

Este modelo no puede explicar con éxito por qué la gente participa en actos de protesta política, ya que se supone que todos esos actos deberían acabar en la Posibilidad 4. La respuesta obvia parece ser que los seres humanos no somos racionales o que encontramos ciertos beneficios en el propio acto de protestar, pero ello nos lleva demasiado lejos.

Se puede sostener que la moda antivacunas funciona según el modelo que acabamos de describir. El beneficio público, B, es la inmunidad de grupo derivada de las vacunas. El coste privado, C, es el supuesto peligro de autismo y otros males sin cuento. Lógicamente, B y C dependen de la percepción de los actores: si la gente no percibe que haya peligro en vacunar, deberíamos quitar C de la ecuación y entender (como así ha sido durante décadas) que todo el mundo vacunará.

Sin embargo, si los antivacunas logran expandir las ideas de que B está asegurado (porque la inmunidad de grupo no tendría nada que ver con las vacunas sino con esos factores de alimentación e higiene que tanto les gusta mencionar en los debates sobre el tema) y de que C existe (lo que es falso: no hay un coste en forma de riesgo general para los vacunados), la gente empezará a razonar según el dilema del prisionero. Todos buscarán asegurarse la Posición 3: dejar de asumir el supuesto coste pero mantener el beneficio. Mientras los antivacunas sigan siendo pocos, esta posición se mantendrá, porque B seguirá existiendo. Pero si los antivacunas convencen a buena parte de la población de sus tesis, nos deslizaremos hacia la Posibilidad 4: nadie asumirá ese supuesto coste de vacunar, cierto, pero la inmunidad de grupo desaparecerá.

Por eso es tan importante atajar las tesis de los antivacunas: no por lo que pueden hacerle a la inmunidad de grupo, sino por lo que pueden hacerle a las mentes de las personas.



miércoles, 23 de mayo de 2012

Carta abierta a José Ignacio Wert

Estimado señor Wert:

Soy estudiante universitario. Llevo cuatro años (de los cinco que dura mi carrera) trabajando por las tardes. No es un trabajo muy duro ni me ocupa mucho tiempo, y en consonancia no cobro mucho, pero ese dinero se va íntegro en comprar comida, ropa y demás productos de primera necesidad. La razón de que tenga que destinar dinero a eso es que, por una serie de razones que tienen que ver con problemas mentales, mi madre lleva sin trabajar desde 2007, por lo que mis ingresos son los únicos que entran en mi casa.

Esto ha conllevado que las becas que me han dado diferentes Administraciones hayan ido destinadas, en buena medida, a pagar los gastos mensuales de mi casa (hipoteca, agua, luz, Internet), gastos mensuales que estoy gestionando yo.

A pesar de todo lo anterior mi nota media en la carrera, una doble licenciatura de dificultad media, es de 8,9.

Con todo ello, lo que le quiero decir es que puede usted coger sus declaraciones de hoy y metérselas por el orto. Váyase usted a la mierda, hombre.

domingo, 20 de mayo de 2012

¡Feliz Día de Dibujar a Mahoma!

Hoy es el Día de Dibujar a Mahoma. Es un día que pretende reivindicar el derecho a la blasfemia como parte integrante de la libertad de expresión frente a las amenazas de muerte de radicales islamistas, que hoy en día parecen ser los principales proveedores de esta clase de amenazas. La idea es que si todos dibujamos a Mahoma esas amenazas perderán sentido.

Así pues, ahí va mi colaboración:





Bocadillo 1: Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Dios ha elevado a éstos por encima de aquellas (...). Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas (...). Reprenderéis a aquellas cuya desobediencia temáis, las relegaréis a lechos aparte, las azotaréis (...) (Sura IV, aleya 34). Vuestras mujeres son vuestro campo. Id a vuestro campo cuando queráis... (Sura II, aleya 223).

Bocadillo 2: Lo que no sé es por qué la voz de Alá parece salir de mi polla...

Las citas coránicas salen de aquí.

lunes, 14 de mayo de 2012

¿Todos nacemos ateos?

En el espacio mental del ateísmo se suele escuchar con cierta frecuencia la siguiente afirmación: “todos nacemos ateos, la religión nos es impuesta en nuestro contexto cultural”. Creo que se trata de una afirmación inexacta, y por ello voy a dedicar algunas líneas a tratar de rebatirla. Lo que sigue no debe ser tomado como un estudio riguroso sino como unas ideas escritas a vuelapluma.

Ser ateo implica dos cosas: tener una posición intelectual determinada sobre la existencia de la divinidad y definirse de alguna manera por esa posición. Es decir, ser ateo, igual que creer en una determinada religión, ser de izquierdas o de derechas, ser o no ser homófobo, feminista o nacionalista o ser seguidor de un equipo de fútbol, quiere decir entre otras cosas tener una identidad, algo que nos identifica frente al mundo. Estas identidades no están en nuestra cabeza al nacer, sino que se crean en la interacción social: uno no “nace” de izquierdas, nacionalista español o del Atlético de Madrid, ello son preferencias que se decantan después. Con el ateísmo pasa lo mismo: no nacemos ateos ni creyentes, sino que no tenemos la mente formada para tomar posición en el debate.

Una vez que el bebé crece y empieza a preguntarse por qué pasan las cosas, hay dos grandes formas de aproximarse a la realidad. La primera se refiere al pensamiento mágico, que da origen a la creencia en dioses: esta explicación, por llamarla de alguna manera, sostiene que las cosas suceden porque instancias extranaturales quieren que suceda. La segunda es la racional, que mediante la ciencia (y su madre: la experiencia por ensayo y error) sitúa la causa de las cosas en instancias naturales.

El pensamiento mágico no puede convivir con el ateísmo: es cierto que hay autodenominados ateos que creen en formas de pensamiento mágico (como el destino, los chakras o los horóscopos), pero podremos convenir en que no son verdaderos ateos, ya que sustituyen a Dios con otras instancias sobrenaturales que simplemente tienen un barniz laico. Ahora supongamos un niño que se desarrolla sin un contexto cultural que le guíe, como fueron los primeros humanos. ¿Qué explicación es más fácil que adopte? ¿La mágica –incompatible con el ateísmo- o la racional –compatible con el ateísmo? Entiendo que la mágica por al menos tres razones:

1)     Es más sencilla de generar que la racional, ya que no necesita experimentos, hipótesis ni inducción a partir de experiencias reiteradas. Simplemente requiere algunas ideas ingeniosas y fe.
2)     Calma rápidamente el ansia humana de responderse a las grandes preguntas: a la mente le cuesta contentarse con un “no se sabe, probablemente se sepa en el futuro”. Nos cuesta ahora, no les iba a costar a los primeros homo erectus que no conocían la causa de las tormentas, las riadas, las estampidas y los ataques de otras tribus.
3)     Satisface al sentido común. Hablo de ese mismo sentido común que nos dice que la Tierra es plana, que el cielo es una bóveda y que los seres vivos no evolucionan: las explicaciones científicas son muchas veces contraintuitivas.

Admitiré de buen grado que la creencia en uno u otro dios depende del contexto cultural en que nos hemos educado, pero el hecho de creer no depende de ello. Si fuéramos naturalmente ateos, nunca hubieran aparecido dioses ni ningún producto del pensamiento mágico en primer lugar: los primeros seres humanos se habrían conformado con un “ya se sabrá”. Pero lógicamente, semejante grado de incertidumbre no es asumible. Dios aparece cuando la necesidad de explicaciones se confronta con la imposibilidad de generarlas, y los hombres primitivos tenían esa incapacidad en casi todas las áreas. Es normal que crearan dioses para cubrir los huecos. Hicieron justo lo contrario de lo que están haciendo hoy en día nuestros religiosos contemporáneos, que es tratar de definir huecos para encajar sus dioses.

El ateísmo sólo adquiere una base sólida cuando empiezan a desarrollarse los conocimientos que permiten cubrir esos huecos, generando el peligroso pensamiento que reza así: “si Dios no estaba detrás de esto, ¿por qué iba a estar detrás de todo lo demás?” Cuando no había otra explicación, la idea de Dios parecía tan válida como cualquier otra; al empezar a haberlas, deviene implausible.