La plaza
estaba a reventar. No era para menos: toreaba el gran Juan Santos, prez del
toreo, mejor matador del año, diestro entre los diestros, que desde que había
tomado la alternativa se había elevado hasta el Olimpo de los toreros, hasta
equipararse a grandes como Manolete, el Cordobés o José Tomás. La prensa
específica era unánime: Santos superaba a todas esas leyendas. Su toreo, que
incorporaba elementos tradicionales y nuevos, gustaba a todo el mundo: él solo
había revitalizado el maltrecho arte de los toros, volviendo a popularizarlo.
Las plazas se abarrotaban cuando él toreaba, y los revendedores ganaban más
dinero con las entradas para verle que con las de los partidos entre el Madrid
y el Barça.
Era el
cuarto de la tarde, y Juan Santos había estado cumbre. Su manera de torear
había puesto en pie a la plaza un total de seis veces. Ello permitió a una
serie de figuras, sentadas en distintos puntos de la plaza, levantarse de su
asiento sin ser advertidas y acercarse a la barrera. En el momento en que los
encargados de la plaza se llevaban el cadáver, saltaron el burladero y pasaron
a la arena.
Eran ocho,
e iban vestidos de forma extraña. Uno de ellos llevaba una capa decimonónica y
un antifaz. Otros tres llevaban sombrero y tres grandes lanzas, que posteriormente
se descubrió que habían sido sustraídas del cubil de los picadores. Los otros
cuatro, vestidos de blanco con brazalete rojo, no parecían ir armados.
El
apoderado del torero, capitaneando a dos miembros del servicio de seguridad, se
acercó a los invasores. Sin embargo, uno de los de blanco se abrió su gabán,
sacó una uzi y le apuntó. La plaza contuvo el aliento, y tanto el apoderado
como los dos gorilas se detuvieron: morir a tiros en la arena no entraba dentro
de su sueldo.
Sin
embargo, la atención del público estaba ya centrada en otro punto. Los cuatro
de blanco se habían detenido, pero los demás invasores habían seguido avanzando
hacia el torero. Éste, con la gran chulería que le caracterizaba, se dirigió a
grandes pasos ante el enmascarado, que parecía el capitán de los invasores,
exigiendo explicaciones. Sin embargo, su avance se vio brutalmente detenido,
cuando uno de los tres piqueros le alanceó la corva.
El torero
cayó al suelo, y de inmediato una segunda pica se le clavó en la espalda. Se
revolvió, tratando de huir, pero los tres piqueros hacían bien su trabajo, y
cuando intentaba salir siempre se encontraba con una de las lanzas dirigiéndose
directamente hacia él. Se echó a llorar con el bramido de la multitud
atronándole los oídos.
De
repente, el enmascarado, que había estado observando toda la escena, hizo un
gesto ampuloso. Los tres picadores pararon de inmediato. El capitán abrió su
capa y mostró que, de forma inverosímil, llevaba una espada. La sacó, y el
acero brilló al aire. La plaza enloqueció. ¡Aquél loco iba a matar a Juan
Santos!
Sin
embargo, el enmascarado cogió el arma con el que su rival había acogotado al
cuarto de la tarde, que estaba tirada en el suelo, y se la lanzó al diestro.
-Lucha –le
dijo.
Santos
apenas podía levantarse. Los músculos de sus piernas estaban destrozados, y
apenas podía tenerse en pie, pero aún así sostuvo la espada. El otro, en una
posición perfecta de esgrima, le esperaba. Los tres picadores les rodeaban:
cualquier posibilidad de huir estaba descartada. El torero, a la desesperada,
hizo lo único que podía hacer: levantó la espada y cargó.
Durante
unos tres segundos. Los que necesitó el enmascarado para hurtar su cuerpo de la
trayectoria del enemigo y golpearle con el antebrazo. El torero volvió a caer
al suelo, y soltó la espada.
-Recógela
y lucha.
El diestro
no podía más. Las lágrimas le impedían ver, y temía no ser capaz de matarse.
-Por
favor…
-Lucha.
-No puedo…
-¡Lucha!
–uno de los piqueros, a iniciativa de su capitán, alanceó al caído en la
espalda.
Sacando
fuerzas de donde no las había, Santos se levantó, agarró la espada y se
dirigió, trastabillando, hacia su contrario. El otro simplemente hizo un
movimiento displicente y de un golpe le arrebató el arma al diestro. Con mucho
arte, se apartó de la trayectoria del tambaleante torero y le clavó la espada
en un costado. El torero aulló, mientras la plaza rugía. Y luego, tres, cuatro,
cinco pinchazos y pronto el torero estuvo en el suelo, herido en varios de sus
órganos vitales y con la vida escapándosele por una decena de heridas.
Sólo
entonces el enmascarado condescendió a acercarse al moribundo. Le tumbó boca
arriba y se sentó en su pecho. Hizo una seña y uno de los picadores clavó su
arma en la arena y agarró la cabeza al torero. La espada se alzó dos veces,
cayó otras dos y entonces el torero ya no tenía las orejas. Sus berridos
llenaron la plaza, pero su asesino no había terminado: mientras los otros dos
piqueros sujetaban las piernas del torero, el espadachín rajó el pantalón y le cortó
el rabo.
Y entonces
ya fue la apoteosis. La Policía, que ya había llegado, irrumpió en la arena
dispuesta a detener a los ocho miembros de la cuadrilla asesina, pero se vio
superada. El público de la plaza, convertido en una marea humana henchida de
sangre de hombre, se lanzó hacia la arena y rodeó al toreo. Uno de los mayores
cronistas taurinos del país lloraba y le daba la mano al espadachín, llamándole
“maestro”. Pero pronto se lo arrebataron: la muchedumbre alzó al torero de
hombres y le sacó en hombros por la puerta grande.
¿Eres vegetariano?
ResponderEliminarMi dieta no es de tu incumbencia.
Eliminar¿Estas a favor de prohibir las corridas de toros?
ResponderEliminarEl y toda españa salvo 3 casposos del PP
Eliminar¿El 2517 ese va a usar los topicos de siempre que le han dicho en el bar de los casposos taurinos con boina, faria y palillo en la boca?. Es porque ya cansan, aburren y tal. Por demostrar un poco de cerebro y esas cosas tan complicadas para un estupido taurino.
ResponderEliminarTerrible. Horrible. Me ha gustado
ResponderEliminarYo no soy taurino...al contrario, no me gustan nada...pero de ahí a prohibirlos...
ResponderEliminarHay que ser coherente..hablar de sufrimiento animal mientras te comes un filete..en fin...comer carne no es en absoluto imprescindible para vivir sano...y repito..detesto los toros.
EliminarTe voy a cambiar una cosa de tu frase: "Yo no soy futbolero, al contrario, el fútbol no me gusta nada, pero de ahí a prohibirlo..." Ahora dime, ¿por qué mi comentario tiene perfecto sentido y el tuyo es una gilipollez? Venga, te ayudo: porque en el fútbol no se tortura un animal por entretenimiento. No es cuestión de gustos, es cuestión de ética.
EliminarVaya, ¿te digo que no voy a comentar mi dieta y ya asumes que como carne? Y total para nada, porque usas esa asunción para marcarte un bonito (y perfectamente descartable) ad hominem. Porque sí, todos los ataques a la supuesta incoherencia ética de tu adversario son falacias indignas de ser tenidas en cuenta.
Ha usado un "yo no soy... pero..." y cuando se mete un pero es que lo eres. Ejemplos para taurinos cortitos:
Eliminar"Yo no soy racista... pero los negros nos quitan el trabajo", chico, eres un racista de mierda.
"Yo no soy de derechas... pero es que ZP lo dejo muy mal", amigo, eres de derechas derechas.
"Yo no soy taurino... pero de ahí a prohibirlos", luego eres taurino.
Pero bueno...¡¡si yo estoy con vosotros!!!! Solo digo que comer carne no es una necesidad,es un PLACER..que conste que yo como carne..y no he asumido que comes carne..hablaba en
ResponderEliminargeneral..solo digo que hay que ir un poco
más allá..estoy encantado de que prohíban los toros...pero seguirán sufriendo millones de animales en granjas para entretener nuestro paladar.
allá..
Curioso, porque arriba decias que "de ahí a prohibirlos". Vamos, aparte de taurino tonto, veleta. Un catacrack
EliminarY dale con lo de que soy taurino...no soy taurino..detesto ese mundo anacrónico.y por favor se trata de debatir de forma sosegada,sin insultar...¿por qué esa hostilidad?..en una sociedad utópica no haría falta prohibirlos porque nadie iría y no sería negocio..yo hago autocrítica,no soporto ver a un animal sufrir y sin embargo como carne, que no crece en los árboles precisamente..quizás lo ideal sería evolucionar hacia una dieta vegetal..un saludo Tuti y Vimes.
EliminarLa autocrítica se hace en silencio.
EliminarHay que prohibir los toros y a los tontos como el Tuti ese que solo saben insultar en los foros.
ResponderEliminarHabló...
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