La
educación sanitaria me parece importante. En serio lo digo: creo que hay que
hacer buen uso de los servicios sanitarios. Los recursos son limitados, y si nosotros
como pacientes aprendemos a emplearlos mejor, todos ellos durarán más y se
podrá atender a más personas. Es prioritario educar a la población para que
sepa cómo actuar ante un problema médico.
Entonces,
¿por qué la única educación sanitaria que parece haber en este país son médicos
particulares muy enfadados llamándome tonto por ponerme enfermo en el sitio
incorrecto?
La
última lumbreras ha sido Mónica Lalanda, una señora que ha conseguido el logro
de convertirse, sin saber dibujar bien, en la ilustradora médica “oficial”:
cada vez que hay que sacar un dibujo para cualquier movilización de tema
sanitario aparece ella, con sus monigotes mal hechos, para poner la nota de
color. El otro día difundió una imagen que ha fusilado (1) de una campaña
del NHS británico basada en esa idea: si vas a urgencias MAL haces que la gente
MUERA. Irresponsable.
La
imagen es una cola donde están unas personas con unos síntomas muy leves, y el
último elemento de la cola (que en la versión de Lalanda está el primero,
demostrando lo bien que entiende cómo funciona el lenguaje visual que emplea)
es la corona de flores de una persona que sufrió un infarto porque no le
atendieron debido a todos los anteriores. La gente, como es comprensible, se
tomó el dibujto a choteo y le recordó a la dilecta doctora que existe el
triaje. Respuesta: “es que esto es una cola para un triaje”.
A
mí el problema me parece serio. Y me parece serio por dos cosas. La primera: ¿tan
mal estamos que no hay triaje suficiente para todo el mundo? ¿De verdad una
cola de gente con mocos, toses y dolores inespecíficos va a hacer que cuando
llegue alguien con un infarto no se le atienda de forma rápida? Y, en ese caso,
¿hasta qué punto la solución no pasa por contratar a más gente? Volveremos
sobre esto más abajo.
Porque
lo segundo que me interesa es el mensaje contradictorio, absolutamente
contradictorio, que se manda desde el mundo médico, tanto el más oficial
(Colegios, Ministerio, etc.) como el menos (divulgadores como la señora esta
cuya imagen comentamos). Por un lado se nos dice que no nos
autodiagnostiquemos, que no nos automediquemos, que vayamos siempre al médico,
que el profesional sabe. Y cuando hacemos caso, la respuesta es “no, debería
haber ido usted a la farmacia” o “no, debería haber ido usted a un médico
distinto porque nos colapsa”.
Anda
a cagar, hombre. Tenemos cuatro o cinco mecanismos a nuestra disposición
(farmacias, llamar a una ambulancia, citarnos en atención primaria, ir a las 24
horas del centro de salud, ir a urgencias), que no valen para lo mismo.
Deberían emplearse bien, y los pacientes no deberíamos usar los unos para lo
que son los otros. Hacerlo bien redunda en beneficio de todos. Obviamente.
Pero
los pacientes no sabemos lo que nos pasa. La casuística de cuándo emplear bien
uno u otro es compleja, y no siempre es fácil acertar. Si tienes amigos médicos
habrán hecho guardias en Urgencias y estarán indignados por ese paciente que
llegó a las cuatro de la mañana porque no se dormía o porque llevaba dos meses
con dolor, ejemplos que parecen obvios de mal uso. Pero sin duda otros casos no
son tan evidentes. Y, por supuesto: es mucho más fácil juzgar desde la posición
del médico que ya ha valorado al paciente (es decir, cuando ya se sabe que al
paciente no le pasaba nada) que ponerse en la piel de alguien que está dolorido
y confundido.
Ir
a un hospital no es plato de gusto. No vamos a amargarle la vida a nadie, sino
porque algo nos duele y queremos que nos lo solucionen, y en esas
circunstancias es complicado tomar una decisión racional. ¿Que he ido a
Urgencias en vez de a la farmacia o al centro de salud? Pues sí, he cometido un
error. No lo voy a cometer, si llevo toda la vida oyendo que no tengo que
autodiagnosticarme y ahora me estás pidiendo que me haga a mí mismo el triaje.
Formar al paciente para que pueda ser sensato cuando está angustiado es
importante; echarle la bronca porque no sabe ponerse enfermo bien, pues ya
menos.
Además,
hay aquí otra cuestión. Como siempre, el traslado de responsabilidad a los
pacientes oculta la demolición del sistema sanitario. Por ejemplo, esa
apelación a “deberías haberte citado con el médico de cabecera”. Je. En mi
centro de salud, mi pobre doctora de cabecera tiene a tantos pacientes citados
por hora que yo sé que, salvo que consiga una cita a las 15:00 o 15:15 (cuando
empieza su turno) me voy a comer más de una hora de espera. Hace tres días, que
fui para un problema sin duda leve y que no me habían sabido resolver en la
farmacia (¡mirad, divulgadores listos del Twitter, estoy cumpliendo los
pasos!), mi cita era a las 15:55 y no entré hasta pasadas las 17:00.
¿Qué
pasa entonces? ¿Cuánta gente, harta de esperar, se va a ir a Urgencias con su
problema leve o crónico (pero que a ella le preocupa muchísimo porque, bueno,
es su problema, el que le está friendo la sangre) en la creencia de que allí le
van a atender más rápido? Y allí quizás se encuentren con la misma situación
porque, si tenemos que hacerle caso a los cartelitos alarmistas, en el triaje
de las Urgencias tampoco hay bastante gente como para mantenerlas funcionales.
Además,
y ya por rizar el rizo: ¿de dónde se supone que tenemos que sacar la educación
sanitaria? Hace años recuerdo que había un anuncio por la tele: un hombre se
hacía un corte en el dedo. Se subía a un taxi y se iba a Urgencias. Una vez
allí, veía cómo bajaban a un tío en camilla, lleno de tubos y cables. Miraba al
taxista y le decía: “Mejor lléveme al centro de salud”. Me gusta mucho más que,
por ejemplo, estos del Estado de Queensland (Australia), que se limitan
a repetir el discurso de “no seas tonto, no vayas con síntomas menores” y
además no dan otras opciones.
En
todo caso, sean mejores o peores, esos anuncios ya no existen. Ni les ha
sustituido, bueno, nada. Y la población no aprende de forma mágica ni cuando un
particular les echa la bronca por redes sociales. Si no se emiten y se
refuerzan constantemente los mensajes que queremos que calen (“su médico de
cabecera es más que un expendedor de citas de especialista”, “existe la
atención 24 horas en centros de salud”) la gente seguirá yendo a lo que conoce,
que es Urgencias. Porque lo que quiere, por encima de todo, es que deje de
dolerle.
Y
por supuesto, nada de lo anterior servirá para nada si no nos aseguramos de que
la sanidad pública sigue contando con recursos suficientes. Que al final, si
seguimos así, los hospitales serán cáscaras vacías atendidas por homeópatas y
chamanes, y todavía nos estarán echando la bronca por no haber ido a rezarle a
San Eufrasio antes de pasar por el triaje.
(1)
Y sí, digo “fusilada” porque, si te limitas a copiar la imagen pero haciendo
que la cola esté orientada a la derecha en vez de a la izquierda, eso es un
fusilamiento por mucho que digas que está “inspirada”.
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