domingo, 22 de diciembre de 2019

Educación sanitaria


La educación sanitaria me parece importante. En serio lo digo: creo que hay que hacer buen uso de los servicios sanitarios. Los recursos son limitados, y si nosotros como pacientes aprendemos a emplearlos mejor, todos ellos durarán más y se podrá atender a más personas. Es prioritario educar a la población para que sepa cómo actuar ante un problema médico.

Entonces, ¿por qué la única educación sanitaria que parece haber en este país son médicos particulares muy enfadados llamándome tonto por ponerme enfermo en el sitio incorrecto?

La última lumbreras ha sido Mónica Lalanda, una señora que ha conseguido el logro de convertirse, sin saber dibujar bien, en la ilustradora médica “oficial”: cada vez que hay que sacar un dibujo para cualquier movilización de tema sanitario aparece ella, con sus monigotes mal hechos, para poner la nota de color. El otro día difundió una imagen que ha fusilado (1) de una campaña del NHS británico basada en esa idea: si vas a urgencias MAL haces que la gente MUERA. Irresponsable.

La imagen es una cola donde están unas personas con unos síntomas muy leves, y el último elemento de la cola (que en la versión de Lalanda está el primero, demostrando lo bien que entiende cómo funciona el lenguaje visual que emplea) es la corona de flores de una persona que sufrió un infarto porque no le atendieron debido a todos los anteriores. La gente, como es comprensible, se tomó el dibujto a choteo y le recordó a la dilecta doctora que existe el triaje. Respuesta: “es que esto es una cola para un triaje”.

A mí el problema me parece serio. Y me parece serio por dos cosas. La primera: ¿tan mal estamos que no hay triaje suficiente para todo el mundo? ¿De verdad una cola de gente con mocos, toses y dolores inespecíficos va a hacer que cuando llegue alguien con un infarto no se le atienda de forma rápida? Y, en ese caso, ¿hasta qué punto la solución no pasa por contratar a más gente? Volveremos sobre esto más abajo.

Porque lo segundo que me interesa es el mensaje contradictorio, absolutamente contradictorio, que se manda desde el mundo médico, tanto el más oficial (Colegios, Ministerio, etc.) como el menos (divulgadores como la señora esta cuya imagen comentamos). Por un lado se nos dice que no nos autodiagnostiquemos, que no nos automediquemos, que vayamos siempre al médico, que el profesional sabe. Y cuando hacemos caso, la respuesta es “no, debería haber ido usted a la farmacia” o “no, debería haber ido usted a un médico distinto porque nos colapsa”.

Anda a cagar, hombre. Tenemos cuatro o cinco mecanismos a nuestra disposición (farmacias, llamar a una ambulancia, citarnos en atención primaria, ir a las 24 horas del centro de salud, ir a urgencias), que no valen para lo mismo. Deberían emplearse bien, y los pacientes no deberíamos usar los unos para lo que son los otros. Hacerlo bien redunda en beneficio de todos. Obviamente.

Pero los pacientes no sabemos lo que nos pasa. La casuística de cuándo emplear bien uno u otro es compleja, y no siempre es fácil acertar. Si tienes amigos médicos habrán hecho guardias en Urgencias y estarán indignados por ese paciente que llegó a las cuatro de la mañana porque no se dormía o porque llevaba dos meses con dolor, ejemplos que parecen obvios de mal uso. Pero sin duda otros casos no son tan evidentes. Y, por supuesto: es mucho más fácil juzgar desde la posición del médico que ya ha valorado al paciente (es decir, cuando ya se sabe que al paciente no le pasaba nada) que ponerse en la piel de alguien que está dolorido y confundido.

Ir a un hospital no es plato de gusto. No vamos a amargarle la vida a nadie, sino porque algo nos duele y queremos que nos lo solucionen, y en esas circunstancias es complicado tomar una decisión racional. ¿Que he ido a Urgencias en vez de a la farmacia o al centro de salud? Pues sí, he cometido un error. No lo voy a cometer, si llevo toda la vida oyendo que no tengo que autodiagnosticarme y ahora me estás pidiendo que me haga a mí mismo el triaje. Formar al paciente para que pueda ser sensato cuando está angustiado es importante; echarle la bronca porque no sabe ponerse enfermo bien, pues ya menos.

Además, hay aquí otra cuestión. Como siempre, el traslado de responsabilidad a los pacientes oculta la demolición del sistema sanitario. Por ejemplo, esa apelación a “deberías haberte citado con el médico de cabecera”. Je. En mi centro de salud, mi pobre doctora de cabecera tiene a tantos pacientes citados por hora que yo sé que, salvo que consiga una cita a las 15:00 o 15:15 (cuando empieza su turno) me voy a comer más de una hora de espera. Hace tres días, que fui para un problema sin duda leve y que no me habían sabido resolver en la farmacia (¡mirad, divulgadores listos del Twitter, estoy cumpliendo los pasos!), mi cita era a las 15:55 y no entré hasta pasadas las 17:00.

¿Qué pasa entonces? ¿Cuánta gente, harta de esperar, se va a ir a Urgencias con su problema leve o crónico (pero que a ella le preocupa muchísimo porque, bueno, es su problema, el que le está friendo la sangre) en la creencia de que allí le van a atender más rápido? Y allí quizás se encuentren con la misma situación porque, si tenemos que hacerle caso a los cartelitos alarmistas, en el triaje de las Urgencias tampoco hay bastante gente como para mantenerlas funcionales.

Además, y ya por rizar el rizo: ¿de dónde se supone que tenemos que sacar la educación sanitaria? Hace años recuerdo que había un anuncio por la tele: un hombre se hacía un corte en el dedo. Se subía a un taxi y se iba a Urgencias. Una vez allí, veía cómo bajaban a un tío en camilla, lleno de tubos y cables. Miraba al taxista y le decía: “Mejor lléveme al centro de salud”. Me gusta mucho más que, por ejemplo, estos del Estado de Queensland (Australia), que se limitan a repetir el discurso de “no seas tonto, no vayas con síntomas menores” y además no dan otras opciones.

En todo caso, sean mejores o peores, esos anuncios ya no existen. Ni les ha sustituido, bueno, nada. Y la población no aprende de forma mágica ni cuando un particular les echa la bronca por redes sociales. Si no se emiten y se refuerzan constantemente los mensajes que queremos que calen (“su médico de cabecera es más que un expendedor de citas de especialista”, “existe la atención 24 horas en centros de salud”) la gente seguirá yendo a lo que conoce, que es Urgencias. Porque lo que quiere, por encima de todo, es que deje de dolerle.

Y por supuesto, nada de lo anterior servirá para nada si no nos aseguramos de que la sanidad pública sigue contando con recursos suficientes. Que al final, si seguimos así, los hospitales serán cáscaras vacías atendidas por homeópatas y chamanes, y todavía nos estarán echando la bronca por no haber ido a rezarle a San Eufrasio antes de pasar por el triaje.







(1) Y sí, digo “fusilada” porque, si te limitas a copiar la imagen pero haciendo que la cola esté orientada a la derecha en vez de a la izquierda, eso es un fusilamiento por mucho que digas que está “inspirada”.


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