La
comparación de estos datos con la afirmación de Azaña parece, en realidad,
bastante obvia. Y sin embargo no deja de chirriarme un poco. El político
republicano dijo esa frase tan polémica en 1931, cuando la mayoría de españoles
sí eran católicos practicantes, sin
duda alguna. ¿Entonces? ¿A qué se refería con lo de que “España ha dejado de
ser católica”? Hay que entenderlo bien, porque es una frase que, años después,
el franquismo usó para atacarle a él y para imputarle una supuesta voluntad de
destruir a la Iglesia en España.
En
realidad basta con leer el discurso. Azaña (que, no lo olvidemos, era
periodista y escritor: se dedicaba profesionalmente a la palabra), lo explica
bastante bien. El debate del día era sobre el artículo de la Constitución que
prohibía las órdenes religiosas peligrosas para la República, es decir, los
jesuitas. Y, para fundamentar su posición, Azaña se remitió a lo que él
consideraba la realidad vital de España. Vino a decir que en el pasado, España
había sido un país católico y que había creado de hecho un catolicismo español,
muy distinto al catolicismo francés o al italiano. Pero que, en el momento en
que él hablaba, España ya no podía considerarse católica, porque su creación
cultural ya no lo era. Y cito:
“Durante
muchos siglos, la actividad especulativa del pensamiento europeo se hizo dentro
del Cristianismo (…); pero también desde hace siglos el pensamiento y la
actividad especulativa de Europa han dejado, por lo menos, de ser católicos;
todo el movimiento superior de la civilización se hace en contra suya y, en
España, a pesar de nuestra menguada actividad mental, desde el siglo pasado el
catolicismo ha dejado de ser la expresión y el guía del pensamiento español.
Que haya en España millones de creyentes, yo no os lo discuto; pero lo que da
el ser religioso de un país, de un pueblo y de una sociedad no es la suma
numérica de creencias o de creyentes, sino el esfuerzo creador de su mente, el
rumbo que sigue su cultura.
Por
consiguiente, tengo los mismos motivos para decir que España ha dejado de ser
católica que para decir lo contrario de la España antigua. España era católica
en el siglo XVI, a pesar de que aquí había muchos y muy importantes disidentes,
algunos de los cuales son gloria y esplendor de la literatura castellana, y
España ha dejado de ser católica, a pesar de que existan ahora muchos millones
de españoles católicos, creyentes.”
Creo
que Azaña tenía razón. Por eso, España no era católica en 1931 y tampoco lo fue
en los peores momentos del nacionalcatolicismo posterior. Por mucho que el
franquismo impusiera una religión de Estado asfixiante en todas las relaciones
de la vida privada, la (escasa) vida intelectual que hubo durante este periodo
era la que se hacía por otro lado. Y sin duda España no es católica hoy en día,
con independencia del número de creyentes y de cuántos de ellos sean
practicantes comparados con los ateos. Por ello me parece un error el titular
de ElDiario.es.
Pero
es que, además, el propio contenido del artículo, esa supuesta novedad que hay
en la superación de los fieles por parte de los incrédulos, tampoco es tal.
Hace tiempo que ha sucedido. Lo que pasa es que ahora es más fácil de medir. Vamos
a explicar por qué.
De
forma tradicional, el CIS saca todos los meses una encuesta llamada “barómetro,
en la que pregunta por diversas cuestiones sociológicas. Una de ellas es, como
no podría ser de otra forma, la que tiene que ver con la religión. Se suelen
hacer dos preguntas: cómo se define usted en esta materia y cuántas veces acude
usted a ceremonias religiosas (excluyendo ocasiones sociales, como bodas o
comuniones) Las respuestas posibles han sido, tradicionalmente, éstas:
- ¿Cómo se define usted en materia religiosa? “Católico”, “de otra religión”, “no creyente” y “ateo”.
- ¿Cuántas veces va usted a ceremonias religiosas (solo para quien se declare católico o de otra religión)? “Casi nunca”, “varias veces al año”, “alguna vez al mes”, “casi todos los domingos y festivos”, “varias veces a la semana”.
Vistas
en retrospectiva, y teniendo en cuenta que yo no sé nada de estadística (por lo
que mi opinión no vale de nada más que un simple cuñadeo de bar), me parecen
preguntas muy malas. Para empezar, en la segunda falta un “nunca” (no he entrado
en la vida en una iglesia, Hulio) y tiene superposiciones: “alguna vez al mes”
y “casi todos los domingos y festivos” significan casi lo mismo. Y, para
seguir, resulta complicado captar ese fenómeno tan bonito, que yo asocio mucho
a nuestro país y no sé si se reproduce fuera de nuestras fronteras, del
católico no practicante. Es decir, esa persona que se define como católico,
cumple con (algunos de) los ritos católicos con significado social (bautizos,
comuniones, bodas, funerales) pero ni le hace caso al papa ni pisa una iglesia
fuera de estas ocasiones sociales.
Quizá
podríamos convenir en que un católico no practicante sería aquel que en la
primera pregunta se define como “Católico” y en la segunda marca que no va
“Casi nunca” a misa, ¿no? Consideraríamos practicantes a aquellos que van, como
mínimo, “Varias veces al año”. Pues bien, ya en el barómetro del CIS de febrero de 2017 aparecían unos datos curiosos. Si cruzamos los datos de frecuencia
con los datos de creencia (1), resulta que un 25,8% de españoles son católicos
practicantes. Pero, según la misma tabla, un 26,4% son ateos o no creyentes. En
febrero de 2017. Es decir, que ya hace dos años y medio había más incrédulos
que fieles.
¿Qué
es lo que ha cambiado? ¿Por qué sale ahora el artículo de prensa? Puede ser un
redactor aburrido al cual le llamara la atención el dato y no se tomara la
molestia de comprobar el histórico. Pero también puede tener que ver con que el
CIS ha cambiado la forma de presentar estos datos. En mayo de este año, las
respuestas posibles cambiaron:
- ¿Cómo se define usted en materia religiosa? “Católico practicante”, “católico no practicante”, “de otra religión”, “agnóstico”, “indiferente, no creyente” y “ateo”.
- ¿Cuántas veces va usted a ceremonias religiosas (solo para quien se declare católico o de otra religión)? “Nunca”, “casi nunca”, “varias veces al año”, “dos o tres veces al mes”, “todos los domingos y festivos”, “varias veces a la semana”.
Además,
desde el barómetro de julio, se han empezado a dar datos desagregados por
Comunidades Autónomas.
Las
nuevas preguntas son mejores a nivel metodológico, al menos hasta donde yo
puedo entender. Separan entre católicos practicantes y no practicantes, lo cual
es razonable porque es una división sociológica, que la gente usa a la hora de
definirse. No acaban con ese cajón de sastre que era el “no creyente” pero le
agregan un “indiferente”, para que se meta todo el mundo a quien el tema
religioso se la trae al pairo, y desgajan del concepto el agnosticismo. Y en
cuanto a la pregunta de frecuencia, por fin puedes contestar que “nunca” vas a
la iglesia y el “varias veces al mes” se convierte en “dos o tres veces al
mes”, con lo que deja de superponerse con la categoría siguiente.
Claro,
ha sido empezar a diferenciar entre católicos practicantes y no practicantes y
desplomarse la cifra de éstos. En el barómetro de julio, el más
actualizado y del que da cuenta la notifica que comentamos, solo un 22,7% de
personas (¡ni un cuarto de la población!) se declaran dentro de esta categoría,
mientras que un 29,1% de habitantes de este país no creen en Dios: esa es la
suma de agnósticos, indiferentes-no creyentes y ateos. Ya hemos visto que no es
una novedad que justifique un artículo de prensa, pero siempre está bien
tenerlo en cuenta.
La
laicización de la sociedad española avanza imparable. En la propia noticia se
citan varios datos que muestran la reducción del poder social de la Iglesia.
Por ejemplo, que en 2007 se celebraron 325.000 bautizos y en 2018 fueron solo
214.000 (redondeando, claro), o que en 2018 solo un 20% de matrimonios se
realizaron por el rito católico (según los resultados provisionales del INE,
un 23,17%). Y los jóvenes, salvo cuatro kikos de buena familia, cada vez pasan
más de ellos. Se hunden. Se les cae el chiringuito de aquí a veinte años,
gente.
El
problema es el de siempre, el poder heredado. Mientras alguien les hacía caso,
pues tira que te va. Cuando dejan de mandar, empiezan las campañas para
conseguir que Religión sea evaluable, los apoyos a la ultraderecha sin careta,
las presiones para marcar la casilla de la Iglesia en el IRPF y todo lo demás.
Y el Estado no se queda atrás. Lo he dicho más de una vez. La política
religiosa de este país se resume en: cuando los privilegios de la Iglesia
resultan insostenibles porque socialmente no tiene ningún peso, se extienden al
resto de confesiones de cierta importancia. Diga que sí.
En
fin, quedémonos con lo bueno: España hace mucho que dejó de ser católica. No lo
va a volver a ser nunca más. Azaña tenía razón.
(1)
Lo estoy haciendo a lo cutre, excluyendo a los creyentes en otra religión. Es
decir, me he limitado a sumar los datos de la tabla de frecuencia y aplicarlos
a la tabla de creencia, sin buscar los datos reales. Hago esto por el escaso
peso demográfico que tienen los creyentes en otra religión.
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