Hay
algo que me alucina. Con lo innovadores que somos en España y lo mal que vamos
en I+D. Por ejemplo, estos días la política madrileña parece haber inventado el
pleno de investidura sin candidato. O, en otras palabras, dentro de unos días,
si las cosas siguen igual se reunirán todos los diputados de la Asamblea de
Madrid, comprobarán que no tienen candidato y se irán para casa.
Lo
curioso es que esta figura del pleno de “investidura” sin candidato (y lo pongo
entre comillas porque no puede haber investidura sin candidato) está prevista
en la legislación autonómica madrileña desde febrero de este año, que es cuando
se aprobó la versión actual del Reglamento de la Asamblea. Sin embargo,
se aplicó por primera vez en 2003, como respuesta a una situación de bloqueo
sucedida ese año. ¿Que cómo es eso posible? Pues voy a explicarlo.
La
investidura del presidente de la Comunidad de Madrid está regulada en el artículo 18 del Estatuto de Autonomía, que dice lo siguiente:
- Cuando toca investir presidente autonómico, el presidente de la Asamblea de Madrid consulta a los distintos grupos parlamentarios y propone un candidato.
- Este candidato se enfrenta a una votación de investidura, que se realiza en un pleno especial. Tiene dos intentos para ganarla, el primero por mayoría absoluta y el segundo por mayoría simple.
- Si la pierde, se abre un plazo de dos meses en el cual se puede repetir este procedimiento cuantas veces sea necesario con el mismo o con otros candidatos. Si en esos dos meses nadie consigue la confianza de la Asamblea, ésta queda disuelta y vamos de nuevo a elecciones.
Si
recordáis lo que pasó en el Estado entre diciembre de 2015 y mayo de 2016
veréis que la norma es muy similar a la prevista en la Constitución para la
investidura del presidente del Gobierno, incluyendo el plazo de dos meses. Ese
plazo, precisamente, funciona como mecanismo de seguridad: si en dos meses no
nos hemos puesto de acuerdo, que el pueblo decida de nuevo, a ver si con otro
juego de mayorías las cosas funcionan mejor.
Todo
esto está muy bien, pero ¿qué pasa si no hay candidato? ¿Qué ocurre si nadie se
presenta a la primera votación de investidura? En ese caso, no podría empezar
nunca a correr ese plazo de dos meses y el bloqueo perduraría de forma
indefinida. Y diréis “qué tontería, eso no puede pasar”. Pues bien, ya ha
pasado. En 2003, concretamente. Fue la forma en que Esperanza Aguirre accedió
al Gobierno autonómico por primera vez, y los menos jóvenes del lugar lo
recordaréis como el “tamayazo”.
En
2003 Esperanza Aguirre había obtenido 55 diputados (uno menos que la mayoría
absoluta), pero la suma del PSOE e IU tenía 56. Estas dos fuerzas iban a
pactar para hacer presidente a Rafael Simancas, del PSOE. Pues bien, el día de
la constitución de la Asamblea, dos diputados del PSOE, Eduardo Tamayo y María
Teresa Sáez, no aparecieron. El PP ganó por mayoría simple la presidencia de la
Asamblea, pero quedó en el aire la cuestión de quién sería el nuevo presidente
de la Comunidad.
Simancas
no iba a presentarse: sus 56 diputados acababan de convertirse en 54, y
recordemos que el PP tenía 55. Pero Aguirre tampoco, porque Tamayo y Sáez aún
eran supuestamente de izquierdas (1), y eso significaba que la “lideresa” seguía
teniendo más votos en contra que a favor. Y claro, ninguno de los dos
candidatos quería asumir el coste político de ir a una votación perdida solo
para poner en marcha el relojito. Así que se le pidió ayuda al Consejo de
Estado.
El
Consejo de Estado dictaminó que, en semejante situación de bloqueo,
cuando se constatara la imposibilidad de proponer candidato, el presidente de
la Asamblea podía convocar un pleno para explicar estas circunstancias. Ese
pleno tenía los efectos de poner en marcha el “reloj” de los dos meses. Así se
hizo en ese momento, y se salvó la situación (2). Y en febrero de 2019, cuando
se redactó un nuevo Reglamento de la Asamblea de Madrid, se incorporó a la misma esa doctrina del Consejo de Estado. Ahora ya es una verdadera norma
jurídica, no un dictamen hecho a las bravas en un momento puntual.
Con
todo esto en mente, llegamos al momento actual. En principio, la cosa está
clara: el trifachito tiene mayoría absoluta, aunque solo por dos diputados (tiene
68 diputados, cuando la mayoría absoluta está en 67). La presidenta del PP,
Isabel Díaz Ayuso, se postula como presidenta. Este era el escenario previsible
tras las elecciones. Pero he aquí que Vox se pone de perfil y dice que no apoya
salvo que le den más poder en el Ayuntamiento de Madrid –algo que, en
principio, le habían prometido–, con lo que Ayuso ve alejarse la presidencia
autonómica.
En
el otro lado tenemos a Ángel Gabilondo, líder del PSOE madrileño, que cuenta
con el apoyo de Más Madrid y de Podemos (vamos, de los 64 escaños restantes) y
que en principio estaría excluido. Pero, si fuera de candidato, tendría ciertas
opciones dependiendo de si hay casos de transfuguismo en Ciudadanos o de si
este partido-veleta decide que hoy se ha levantado liberal y decide abstenerse.
Y la cosa es que es Ciudadanos, que de repente se ha convertido en el hacedor
de reyes de todo el asunto, quien preside la Asamblea y, por tanto, quien
designa al candidato. Bonita situación, ¿eh?
Ante
eso, el presidente de la Asamblea ha optado por la solución del pleno de
investidura sin candidato. Y lo cierto es que, si uno lee el dictamen del
Consejo de Estado sin prestar mucha atención a las circunstancias en que fue
redactado, puede incluso encontrar argumentos a su favor. Allí se habla de una
situación de imposibilidad derivada de la constatación “de que no hay persona
que, estando dispuesta a ser candidato, tenga expectativas razonables de
obtener la confianza parlamentaria”, que es (superficialmente) lo que parece
estar pasando aquí.
Y
digo superficialmente porque la situación de Aguirre y Simancas en 2003 no es
la misma que la de Ayuso y Gabilondo en 2019. Aguirre y Simancas estaban
dispuestos a ser candidatos en un plano abstracto, sí, pero prefirieron no
presentar candidatura porque sabían (y lo sabían con una certeza casi completa)
que iban a perder. Aquí, tanto Ayuso como Gabilondo están dispuestos a ir a una
votación de investidura, porque saben que cuando cualquiera de ellos sea
designado como candidato tendrá muchas opciones de maniobrar para ser elegido.
Una
cosa es “nadie quiere ser candidato en este caso concreto” y otra es “hay dos
personas que quieren ser candidatas, pero el presidente de la Asamblea las
bloquea por sus huevos morenos”. Porque lo que ha hecho Juan Trinidad –que así
se llama el presidente de la Asamblea autonómica– es un “por mis huevos”. O más
bien “por mi partido”, porque es Ciudadanos quien más tiene que perder en
cualquier caso.
El
pleno sin candidato está previsto como último recurso para resolver situaciones
de bloqueo institucional, no como un mecanismo para que el presidente de la
Asamblea actúe como un tirano. Dicen los fans
de Ciudadanos que la decisión es válida porque ni Ayuso ni Gabilondo son
candidatos “viables”, es decir, candidatos que tengan asegurada la elección. ¿Y
eso qué importa? Si ambos quieren presentarse, la viabilidad es su problema:
como mucho Juan Trinidad podrá elegir al más viable de los dos, pero no decir
“ay, no, mira, ninguno”.
Al
final, por supuesto, la mayoría de madrileños tenemos muy claro que esto es un
teatrillo. PP, C’s y Vox se amistarán en el último momento y tendremos
trifachito en la Comunidad. Sin embargo, hay un pequeño rayo de esperanza. El
tripartito de derechas tardó como cuatro segundos en constituirse en Andalucía,
y sin embargo en otras regiones ha costado más. En la misma Comunidad andaluza
se ha visto que es más inestable de lo previsto. C’s y Vox han visto con
sorpresa que hacer cosas es más difícil que criticar cosas, y C’s se ha dado
cuenta en este Orgullo de que pactar con fascistas no sale gratis. ¡Sorpresa!
Así
pues, veremos lo que pasa. Yo, como siempre, firmaba por un Gobierno del PSOE
apoyado por Más Madrid y Podemos. Ese Gobierno tendría, por supuesto, el
principal valor que tienen todos los Gobiernos del PSOE: que no es un Gobierno
del PP. En estos momentos, eso vale oro.
(1)
Siempre se sospechó que Tamayo y Sáez habían sido sobornados, pero jamás se
probó nada. La versión oficial es que eran socialistas de la vieja guardia
descontentos con el pacto del PSOE con IU, y según esa versión no podían apoyar
a Aguirre.
(2)
Lo que pasó después es bien conocido: se pasaron los dos meses, hubo nuevas
elecciones, las ganó Aguirre con mayoría absoluta y así hasta hoy. Gracias,
Tamayo y Sáez.
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(1) Estaban clarísimamente comprados!! Menuda mala pécora es la Espe.
ResponderEliminarYa, pero sin pruebas yo no afirmo nada de manera categórica :p
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