sábado, 27 de enero de 2018

El anonimato en Internet

El derecho al anonimato en las redes me parece importantísimo. Escribir bajo pseudónimo es un derecho básico y una forma de proteger la propia libertad. Quizás lo mejor que nos ha dado Internet es que cualquiera puede llegar a un público de millones de personas sin la necesidad de pasar por el filtro de un editor: esta gran difusión, unida al derecho al anonimato, ha cambiado la forma en que nos comunicamos. De repente, un don nadie con un canal de YouTube, un blog o una cuenta en Twitter está al nivel de medios de comunicación con cientos de empleados.

Al poder le resulta complicado de gestionar este anonimato. No es plato de gusto que cualquiera pueda comprobar tus mentiras y demostrárselas al mundo y que ni siquiera le puedas amenazar porque no sabes quién es. Así que, poco a poco, van lanzando globos sonda. Al hilo de una supuesta prevención de delitos (no vamos a dejar que nadie haga chistes de Carrero Blanco y salga impune), el PP lleva unos cuantos meses hablando de “regular las redes sociales” para prohibir el anonimato.

Y entonces ha sucedido lo de José Miguel Aspas Cutanda.

José Miguel Aspas Cutanda es miembro del PP y alcalde del pequeño pueblo turolense de Villar del Cobo. Y además parece ser un tuitero bastante influyente que usa el pseudónimo de Joe Pastrana. Bajo ese nombre se ha dedicado a decir barbaridades sobre rojos e indepes (lo normal), a inventarse cosas (eso ya empieza a ser cuestionable) y también a reconocer la comisión de delitos (ups). La identidad entre Aspas y Joe Pastrana la ha puesto de manifiesto un tuitero que ha sacado datos de ambos personajes: los dos viven en la misma casa, tienen la misma guitarra, tenían el mismo gato y pertenecen a la misma profesión. Además, el dibujo que servía de avatar a Joe Pastrana estaba en la cuenta de Facebook del señor alcalde. No parece, pues, que queden muchas dudas.

El debate se ha encrespado enseguida, porque mucha gente le tiene tirria al tal Joe Pastrana. Por un lado, ha habido quien ha ironizado con el hecho de que sea justo el partido de este tipejo el que pida prohibir el anonimato. Hemos visto a personas de izquierdas alegrándose y a otras lamentándose, porque hay que defender el anonimato de todo el mundo. Había quien valoraba los tuits de Joe Pastrana para llegar a la conclusión de que él merecía ser puesto al descubierto. La derecha, por supuesto, ha salido en tromba a defender a su ídolo y su derecho a operar bajo pseudónimo, en un ejercicio curioso de doblepensar. En fin, se ha dicho de todo.

Yo, la verdad, no estoy de acuerdo con que se plantee el asunto desde el derecho al anonimato. Me explico: como digo, apoyo por completo el anonimato en redes. Sí, también para personajillos despreciables como este Joe Pastrana; el derecho o es para todos o no es para nadie. Si hay indicios de delito, que se denuncien, que se libren las oportunas órdenes judiciales y que se investigue lo que haya que investigar. Pero me opongo a cualquier iniciativa jurídica que pretenda vulnerar este derecho ex ante. Esas ideas de que haya que dar tu DNI antes de abrirte una cuenta de Twitter me parecen criminales.

Ahora bien: eso no es lo que ha pasado aquí. Lo que ha pasado aquí es que Joe Pastrana se ha descubierto él solo. La revelación de su anonimato se ha hecho con base en datos públicos, la mayoría de los cuales facilitó él mismo. No le han hackeado las cuentas o los dispositivos: es que subió a su cuenta troll una foto tomada desde su ventana. Cualquier desocupado con un poco de tiempo libre y Google Imágenes podría haber desvelado la identidad de Joe Pastrana: eso es, me atrevo a decir, lo que ha pasado.

Mantener el anonimato en redes exige privarse de cosas. Hay que ser inconcreto sobre dónde trabaja o estudia uno, no contar demasiado de la vida personal, no subir fotografías de sitios reconocibles, separar de forma radical los perfiles público y privado… toda una serie de precauciones que Joe Pastrana no ha tomado. Por supuesto, tenía pleno derecho a no tomarlas. Quizá nunca le importó demasiado el anonimato. Pero hay que tener en cuenta que cuantos más datos personales sueltes sobre ti, más posibilidades hay de que cualquiera los recopile y deduzca tu identidad a partir de ellos.

Voy a contar una batallita: cuando yo abrí el blog y la cuenta de Twitter, tuve que enfrentarme a la decisión de si usaba pseudónimo o no. Tenía bastante claro que era una política a largo plazo. A día de hoy, mi máxima de conducta sigue siendo tener cuidado sobre lo que digo en ambos medios de comunicación. Sé más o menos lo que puede saber de mí un lector casual y lo que puede conocer alguien que me acose. Es ahí justo donde puse la línea. La regla es “tuitea como si hubiera alguien con mucho tiempo libre apuntado y cotejando cualquier cosa que dices”. ¿Paranoico? Puede ser. Pero el anonimato hay que trabajárselo.

Aun así, estoy bastante seguro de que he cometido errores. Si alguien se empeña, puede identificarme. Cuando eso suceda me dolerá, qué duda cabe: a nadie que quiera ser anónimo le gusta verse expuesto. Pero en ningún momento se me ocurrirá hablar de vulneraciones de derechos. Si yo mismo desvelo quién soy, aunque sea de forma fragmentada, sé que me arriesgo a que cualquiera junte los fragmentos y obtenga mi identidad. Cosa distinta sería, por supuesto, que la revelación del secreto se produjera después de un acceso ilícito a mis cuentas. Pero ¿juntar datos que yo mismo he publicado?

En conclusión: no podemos caer en confusiones interesadas. Una cosa es que alguien haya desvelado la identidad de un tipo que subió el avatar de su cuenta troll a su cuenta pública. Otra muy distinta, que desde el Estado se proponga el registro de todas las personas que tienen cuentas en redes sociales por si acaso les da por delinquir. Conviene no confundir ambos planos porque podríamos acabar en sitios muy desagradables.




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8 comentarios:

  1. Como siempre coincido con tu valoración, muy buen post. No obstante me gustaría añadir algo y saber si estás de acuerdo. Desde muchas cuentas de Twitter con posturas ideológicas enfrentadas a Pastrana (de izquierdas, obviamente) se ha criticado el "linchamiento" al que éste ha sido sometido. Defienden su postura con el "le lincháis por ser de derechas" y "no es normal que se le dé esta matraca al pobre señor". Quizás yo estaría de acuerdo con ello si no fuese porque este señor ya se preocupó de desenmascarar (o de intentarlo por lo menos) a otras cuentas anónimas con las que estaba enfrentado, además de haber promovido el acoso y linchamiento de otros. Es decir, que moralmente hablando, más allá de que ha sido él el que ha dado las claves de su identificación, no veo igual el desenmascarar a un tuitero de derechas que ha jugado sucio a desenmascarar y dar la turra a uno que, por muy de derechas que sea, nunca ha usado Twitter como un medio de acosar, linchar y desenmascarar anónimos. Por eso creo que la cuestión sería totalmente diferente si el centro de todo esto fuese un tuitero de derechas sin este juego sucio previo. Tiene algo de de justicia poética lo que le ha pasado y desde luego hay que valorar el contexto; no es igual dar guerra a alguien que ha jugado sucio antes que a alguien que no lo ha hecho. No sé si piensas igual o no, pero para mí eso pesa mucho en este caso.

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    1. No he querido entrar en el tema de para qué usa cada quien el anonimato, pero sin duda tienes razón. José Miguel Aspas lleva años enmierdando, mintiendo, acusando a los demás y montando flames bastante desagradables. Aparte de, efectivamente, tratar de "desenmascarar" a otras cuentas anónimas. Quien siembra vientos recoge tempestades.

      En fin, que estoy de acuerdo. De hecho, a un tuitero de derechas normal que se limitara a estar ahí diciendo sus cosas de facha probablemente no le habría pasado esto, porque a nadie le importaría su identidad.

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    2. Totalmente de acuerdo con ambos pero creo que son dos cuestiones distintas ¿no? La cuestión del anonimato y cómo lo ha perdido y que podría pasarle a un "buen" facha sin que tampoco es que tengamos que lamentar nada y otra el linchamiento posterior al hacerse pública su identidad, en la que ya entran en juego el resto de valoraciones, vientos, tempestades y justicias poéticas.

      Quien quiera anonimato que se lo curre; para todo lo demás, orden judicial.

      Muy buena entrada como siempre.

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  2. Tengo sentimientos encontrados respecto a esto del anonimato. Me explico, a estas alturas, con las redes siéndonos tan familiares como cualquier calle o centro comercial, quizá convenga retirar esa línea que separa lo virtual de lo real. Desde mi punto de vista, ya no hay diferenfia. Uno pasea por webs y cuentas de Twitter como el que se da una vuelta por el barrio. Así que te planteo la siguiente cuestión: ¿Sería aceptable que por tu barrio se paseara gente a la que un policía no pudiera identificar en cualquier momento si las circunstancias así lo requirieran?

    Créeme, soy el primero que reniega de la autoridad, a menudo coqueteo con la fantasía de una sociedad anarquista, pero luego echo un vistazo a Twitter, o a Facebook, o me encuentro borrando cantidades indutriales de memes de mi WhatsApp, y entiendo que sólo es eso, una fantasía. Nuestra sociedad no está preparada para vivir al margen de la autoridad. Quien puede hacerla, la hace. En cualquier ámbito. También en Twitter. Imagina que los autónomos reivindicáramos nuestro derecho al aninimato ante la Agencia Tributaria. Muy bonito todo, cada uno tributando lo que le toca sin que nadie vigile. ¿Cuánta gente tributaría? No sé si «las libertades hay que ganárselas» te resultará una expresión de corte fascista. A mí me lo parece -¿Quién las concede? ¿Quién decide?-, pero de tanto darme de hostias contra la naturaleza humana quizá esté desarrollando dejes totalitarios. Ya ves, de la anarquía al estado policial en dos párrafos. ;)

    Sí, yo prefiero saber quién hay detrás de una columna que aparezca publicada en un periódico. Nunca me merecerá el mismo respeto Barbijaputa despotricando contra la compañía aérea en la que supuestamente trabajaba que alguien que vaya con el DNI por delante. Al testimonio de quien escribe desde el anonimato no puedo darle demasiada credibilidad. Soy periodista... Imagina que mis fuentes se dirigieran a mí siempre con pseudónimos y no supiera nada de ellas. Salvo en situaciones extremas, el Tercer Reich, la Resistencia, el anonimato es una postura en general cobarde. O más cobarde que la de aquel que se identifica. ¿Qué arriesga el anónimo? ¿Así vamos a hacer las revoluciones en el futuro? ¿Con anónimos? Buena suerte.

    Por cierto, gran blog y unos textos brillantes. Aunque sean anónimos. :P

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    1. Hombre, la verdad es que los ejemplos que has puesto son, como mínimo, discutibles. Para empezar, cuando entramos en Internet ya estamos todos identificados. Pero lógicamente se requieren órdenes judiciales para conseguir esas identificaciones. De eso hablo en todo el artículo, de mantener ese régimen y no sustituirlo por cualquier pastiche tipo "registro previo".

      En segundo lugar: una cosa es que lo que sucede en Internet sea real y otra que no haya ninguna diferencia con lo que pasa "en el barrio". El ámbito físico y el virtual son muy distintos. ¿Qué "circunstancias" podrían "requerir" una identificación inmediata de cualquier persona que tenga una cuenta en RR.SS.? ¿Que pueda cometer un delito? En ese caso se tratará de cualquiera de los múltiples delitos que se cometen mediante la palabra (desde las amenazas hasta el escarnio religioso), y ya me dirás tú cómo pruebas que alguien va a cometer esos delitos. No es como si fuera con un pasamontañas y una escopeta por la calle.

      Y si el delito ya se ha cometido, ¿por qué es necesaria una identificación inmediata y automática? En la vida física tiene sentido, porque a esa identificación puede seguir una detención, una puesta a disposición judicial, etc. ¿En la virtual? ¿Qué van, a mandar un comando de GEOS a detenerte a tu casa? Tanto da que la identificación sea inmediata o no, ya que el delito ya se ha cometido.

      La relación de todo este asunto con las obligaciones tributarias no la veo, la verdad.

      Y en cuanto al último párrafo, tampoco sé qué tiene que ver la validez de los argumentos expresados en una columna de opinión con el hecho de que su autor se identifique o no. De hecho, buen ejemplo has ido a escoger. Barbijaputa recibe amenazas constantes, como cualquier feminista cuyo discurso sea un poco incómodo y consiga el público suficiente. ¿Exactamente por qué tiene ella la obligación de exponerse a que cualquiera de sus amenazantes cumpla con lo que dice? ¿Cobarde? ¿Y qué obligación hay de ser valiente, cuando dicha valentía implica exponerse a que te echen del trabajo, a que te agredan o a que te maten? ¿Por qué tiene que "arriesgar" nada por el hecho de emitir su opinión?

      Y lo de los revolucionarios, en fin. Será que no han recurrido todas las revoluciones, pronunciamientos y golpes de Estado del mundo a mecanismos de ocultación.

      El anonimato es autodefensa. Permite que alce la voz alguien que de otra manera no se atrevería a hacerlo. Por supuesto que no es absoluto: si alguien lo usa para cometer un delito (sea en el mundo físico o en el virtual), que se investigue lo que haya que investigar. Pero ¿prohibirlo ex ante? Esa es una decisión que solo puede apoyar alguien que está muy cómodo con las cosas como están. Alguien a quien no le importa ir "con el DNI por delante" porque sabe que nunca va a sufrir consecuencias negativas por ello. Alguien, en definitiva, que no tiene miedo. Y como yo si lo tengo, defiendo el anonimato hasta donde haga falta.

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  3. Se puede actuar de manera criminal y exhibiendo las propias señas de identidad (por ejemplo, Francisco Franco Bahamonde, DNI nº 1, con residencia en El Pardo), y se puede actuar con total honradez desde el más completo anonimato (por ejemplo, persona que encuentra un maletín con cien mil euros y lo devuelve sin más).

    Yo no estoy interesado en la vida privada de los internautas, sino en aquello que publican en la red.

    Me ha gustado, Vimes, tu reflexión acerca del anonimato. Muy currada.

    Salud!

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