Twitter es una buena manera de enterarte
de los fallecimientos. Cuando un famoso la palma, es trending topic instantáneo durante varias horas (1). De ahí he
cogido la costumbre de, cada vez que el nombre de alguien conocido está en la
lista de TTs, preguntar si no se habrá muerto. Por supuesto, lo hago como
broma. Y hay veces, cuando quiero redondear la coña o hacer que un montón de
gilipollas salten indignados, insinúo que la muerte de dicho famoso me
alegraría.
No falla: a los pocos minutos tengo a
alguien poniéndome de psicópata para arriba.
Me parece una muestra de la peculiar
relación que tiene nuestra cultura hacia la muerte. Tú puedes odiar todo lo que
quieras a quien quieras: el odio es libre. Incluso se te permite odiar a gente
a la que no conoces: al ex de tu actual pareja, al famoso que hace
declaraciones imbéciles, al jefe que putea a tu familiar… ahí di lo que
quieras. Ahora, espera a que cualquiera de esos sujetos tenga la mala idea de
morirse. Di que te alegras de que estén muertos y verás lo que pasa.
La muerte es el gran igualador, pero no
en el sentido que creían los poetas medievales. La muerte no nos iguala porque nos
llegue a todos, sino porque nos hace a todos buenos. Socialmente nos ponemos de
acuerdo para resaltar las virtudes del muerto, tapar sus obvios defectos y
mirar mal a quien no quiera participar en la farsa. Una frase tan inofensiva
como “tanta paz lleve como descanso deja” (dicha cuando el finado era
inaguantable, ha tenido una agonía muy larga, etc.) se ve como transgresora.
Y eso es absurdo. A mí me parece de lo
más normal alegrarte de que desaparezca de escena alguien a quien detestas. No voy
hablar de cuando se muere un famoso o un político, porque ahí siempre
encuentras a alguien que comparta tu odio y que despotrique contigo. Bajemos a
lo personal, que además es como más transgresor. Pensemos en el familiar que te
cae mal. No tiene por qué tratarse de un maltratador al que odies, sino de
cualquiera que haya cometido esa sucesión de pequeñas ruindades que es tan
común en las familias. Un día va y se muere. ¿Sus actos deben quedar perdonados
sólo por este hecho? No ha pedido perdón, no ha asumido errores, no ha reparado
daños, no ha hecho nada. Simplemente se ha muerto. ¿Por qué no te vas a alegrar
de no tener que aguantarle más?
No se sabe muy bien de dónde sale este
gran consenso colectivo, pero se sigue a rajatabla. Todos tenemos anécdotas de
familiares que se presentan llorosos en el funeral de una persona a la que
aborrecían o de la que habían pasado como de la mierda durante los últimos
veinte años. ¿De verdad me tengo que creer que sienten pena? Pues lo siento,
pero no: lo más probable es que oscilen entre la indiferencia y distintos
grados de alegría pero estén ahí haciendo el papel que toca, sin pensarlo
demasiado. Eso sí: atrévete a saltarte el consenso. Di “pues yo me alegro de
que el abuelo esté muerto, era un cabrón con pintas y siempre se portó como un
mierdas conmigo”. Serán ésos, los llorosos de los funerales, los primeros que
te crucificarán.
Como en todo lo que tiene que ver con las
familias, es curioso lo poco que se habla de este tema. Parece que es un pecado
alegrarte de la muerte de alguien, o,por lo menos decirlo en alto. Claro, en el
siglo XXI no puedes llamar a nadie “pecador” sin que se descojone en tu cara,
pero puedes usar otros términos que llevan la misma carga de estigma.
“Psicópata” suele funcionar bien. Todos conocemos a los psicópatas por las
películas: esos seres carentes de emociones, casi inhumanos y expertos en el
manejo de todas las armas existentes.
Espera un momento. ¿Carentes de
emociones? ¿Inhumanos? ¿Ahora no querer participar en la farsa colectiva del
“pobrecito, qué bueno era” es carecer de emociones? ¿Tener un poquito de
memoria y no querer perdonar los agravios de quien nunca hizo nada por ser
perdonado es ser inhumano? Porque a mí me parece lo más humano que hay. Los
seres humanos tenemos memoria, poseemos sentimientos complejos y, sí, somos
imperfectos moralmente. Nos alegramos cuando alguien que nos ha hecho daño lo
pasa mal. Los alemanes hasta tienen una palabra para designar el placer
culpable que nos da eso. Qué le vamos a hacer, somos así.
Lo que considero inhumano es,
precisamente, lo contrario. Suspender el curso normal de nuestras emociones y
de nuestros sentimientos hacia una persona para sustituirlos por una tristeza
impostada y socialmente forzada sólo por el hecho de que se ha muerto. La
muerte no arregla nada, y si tú aborreces a alguien es muy lícito que te
alegres si la espicha. No te sientas culpable, no dejes tampoco que el tema te
obsesione y sigue para delante. Lo que sientes es lo más normal del mundo.
(1) De hecho, fue así como me enteré de
la muerte de mi admirado Terry Pratchett.
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Yo no lo veo como hipocresía. Cuando alguien se muere es cuando nos damos cuenta de que es una persona y como tal lo vale.
ResponderEliminarQue aspectos como que no le gusta a uno como actúa o tener rencillas son secundarios y no quita la estima que tenemos por ser personas.
Claro que hay excepciones, cuando la persona en cuestión tiene malas intenciones como un psicópata o un sociópata, pero eso son proporciones muy bajas.
¿Y por qué tengo que estimar yo a nadie sólo por el hecho de que sea una persona?
EliminarEl hecho que alguien sea parte de mi familia o barrio no me obliga a quererlo ni sentir nada por él o ella. Uno siente lo que siente, no lo que quieren obligarlo a sentir. Es la ventaja de vivir en un país libre.
ResponderEliminarY aunque no viviéramos en un país libre xD Obligar a alguien a sentir es imposible.
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