miércoles, 3 de junio de 2015

No vacunar es maltrato

“La difteria –dice la Wikipedia– es una enfermedad infecciosa aguda epidémica”, que “se caracteriza por la aparición de falsas membranas (pseudomembranas) firmemente adheridas (…) en las superficies mucosas de las vías respiratorias y digestivas”. No se trata de una tontería: en la web “The history of vaccines”, creada por el Colegio de Médicos de Filadelfia, leemos que en 1921 murieron de esta enfermedad más de 15.500 niños estadounidenses, que fue la tercera causa principal de muerte en niños de Inglaterra y Gales en los años ’30 y que la tasa de mortalidad puede llegar al 20% para niños muy pequeños y para adultos de más de 40 años. Es decir, que no es un catarro.

La verdad es que, mortalidad aparte, las imágenes de niños con “cuello de toro” son horribles. Por suerte, la difteria posee vacuna: la DTPA, que inmuniza también contra el tétanos y la tos ferina y que en España es gratuita. Así que, por suerte, los menores que nazcan en este país ya no sufrirán esta enfermedad y no tendremos que ver fotos de su cuello hinchado por las membranas.

O eso creíamos.

Hoy se ha sabido que la semana pasada ingresó en un hospital catalán la primera víctima de difteria que hay en este país desde 1987. 28 años dan para mucho: en este caso, para que nadie en Europa occidental tuviera medicamentos adecuados para tratar la difteria y haya habido que importar dosis desde Rusia. Claro, quién va a tener medicamentos contra la difteria si ya no hay difteria porque todo el mundo está vacunado.

Al parecer, y siempre según las noticias de la prensa, los progenitores del niño están en contra de las vacunas. Otra cosa hubiera sido difícil de creer. El chaval tiene 6 años y el calendario vacunal catalán establece que a esa edad ya debía haber recibido cinco dosis de vacuna. No se trata de un olvido: se trata de un objetivo buscado. Sí: los padres de este chico han preferido dejarle sin inmunidad voluntariamente.

¿Qué hay dentro de la mente de un antivacunas? Hace ya tiempo sostuve que puro “polizonismo” en el sentido de la teoría de juegos: grosso modo, y para lo que nos interesa, un free-rider o polizón es alguien que espera conseguir los beneficios de algo (en este caso, la inmunidad de grupo) sin pagar sus costes, como el trabajador que nunca hace huelga pero emplea los derechos conseguidos por compañeros más combativos. La lógica es la misma, con la diferencia de que el costo de hacer una huelga es real (los días de salario perdidos) mientras que el de poner una vacuna, en casos normales, es inexistente o despreciable.

La antivacunación dista mucho de ser una moda (ha acompañado a la vacunación desde sus orígenes), pero últimamente parece que está tomando fuerza. Cada vez más, progenitores con suficientes recursos y formación para entender por qué la inmunización es objetivamente buena para todo el mundo, deciden no hacerlo atendiendo a no se sabe muy bien qué. ¿El falseado estudio de Wakefield sobre el autismo y la triple vírica? ¿La moda de lo “natural” y la quimiofobia? ¿La más que legítima crítica a las prácticas mafiosas de las farmacéuticas? ¿Una mezcla de todo lo anterior?

El problema es que esos argumentos no se sostienen. Tomemos el de las farmacéuticas. Son una mafia, conforme, y precisamente por ello les fastidia vender vacunas. Ellas preferirían vender tratamientos, que, como es lógico, son más caros. Yo estoy seguro de que, si por los Consejos de Administración de las farmacéuticas fuera, retiraban todas las vacunas cuya fórmula siguiera bajo patente y se ponían a vender tratamientos como descosidos. ¿Con los servicios de salud de todo el mundo financiando? Al precio que haga falta, oiga.

Y así uno a uno. No voy a desmontarlos porque la entrada no va de eso. Si la antivacunación crece, que crezca la conciencia sobre la necesidad de vacunar. Por supuesto hay que operar desde el incentivo positivo: no dar nada por sentado y, al contrario, hacer frecuentes campañas, talleres y lo que haga falta para fomentar esta práctica. Contrarrestar las mentiras y la propaganda antivacunas con información veraz y realista. Eso lo primero.

Pero tampoco hay que tenerle miedo al castigo. No estoy diciendo que haya que meter en la cárcel a los padres que dejan de vacunar a su prole (probablemente sería peor el remedio que la enfermedad), pero sí incidir en el tema económico, con multas o reducciones de ventajas fiscales. Y, en los casos más graves, donde la conducta de riesgo de los progenitores haya derivado en lesiones para el menor, plantearse el retirar custodias.

No vacunar es maltrato. Lo digo así, con todas las letras, porque considero que exponer a menores que están a tu cuidado a enfermedades gravísimas pudiendo no hacerlo es maltratarlos. Todo el mundo consideraría que un padre que mete a su hijo en un campo con minas antipersona lo está maltratando, aunque es posible que no llegue a pisar ninguna. Éste es el mismo caso. Tú, padre o madre que no vacunas, no estás jugando con tu propia salud. Estás jugando con la de tu prole y, de propina, con la de otras personas. Tienes derecho a no vacunarte y a tratarte con homeopatía: no tienes derecho a dejar de proporcionar el mejor tratamiento posible a las personas que tienes a tu cuidado.

En definitiva, no tienes derecho a maltratar.



[ADDENDA 3/6/2015, 21:00] - Con este tema estoy leyendo muchas gilipolleces sobre qué hay que hacer en estos casos. Propuestas como impedir que el menor sin vacunar sea escolarizado o que sean los padres quienes paguen el tratamiento me parecen asquerosas, puro neoliberalismo, como prueba que las estén defendiendo Arturo Villa o Luis Garicano. Vivimos en un país con una sanidad y una educación públicas, y quiero que así siga siendo. 

Entiendo que, desde el cabreo, en un calentón, se diga "¡pues que pague la familia el tratamiento!", pero... ¿y qué pasa si la familia no tiene dinero? ¿Dejamos que se muera? Además, me parece empezar con una pendiente resbaladiza muy peligrosa. Ahora todos lo comprendemos porque se trata de inconscientes que han puesto en peligro a un tercero que estaba a su cuidado, pero como se asiente la idea de que si los riesgos que corres voluntariamente se concretan te pagas tú el tratamiento nos hemos cargado la sanidad pública. "No, lo siento, no le vamos a curar ese cáncer. No haber fumado". Me niego. La salud está por encima del dinero, y eso significa que la sanidad pública debe cubrir también la difteria causada por inconsciencia.

Y en cuanto a meter a los padres en la cárcel y retirarles la custodia... un poco de moderación, por favor. En el cuerpo del post digo que "sería peor el remedio que la enfermedad". ¿Qué consecuencias tiene para un menor que sus progenitores entren en la cárcel o que le arranquen de su casa y se lo lleven a un orfanato hasta que alguien le adopte? Si pensamos en él hay que ponderar un poco las cosas.


4 comentarios:

  1. Una puntualización. Las farmacéuticas tienen prácticas mafiosas, como buenas empresas de un sistema capitalista. Pero no les sale a cuenta dejar de hacer vacunas. Este también es un caso del dilema del prisionero: vender tratamientos da enormes beneficios, pero hay que hacer una importante inversión inicial para desarrollarlos. Con las vacunas también, pero el beneficio es menor. Pero con que haya un laboratorio que haga una vacuna, los beneficios de los tratamientos prácticamente desaparecen. La posición de equilibrio es claramente la de investigar en vacunas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad, no lo había mirado desde ese punto de vista. Cualquier oligopolio sería inestable porque todas las empresas tendrían incentivos por acaparar el mercado de vacunas. Gracias por el enfoque.

      Eliminar
  2. Algo que hay que tener en cuenta con respecto a las vacunas, es que por culpa de los idiotas de los antivacunas, que son sólo gente en absoluto informada, sectaria y conspiranoica, se ha demonizado el ser crítico con las vacunas. Y me refiero a crítico de verdad, no como los antivacunas.
    Ser crítico de verdad significa saber que las vacunas han sido uno de los más beneficiosos inventos de la humanidad, pero plantearse si vacunas ya establecidas podrían mejorarse, o si tiene sentido seguir poniendo ciertas vacunas en ciertas situaciones. No me refiero a esa estupidez de: no nos pongamos la vacuna de la viruela, que está erradicada; o lo de, no me la pongo porque ya no hay casos de difteria en España. Me refiero a que algunas vacunas podrían mejorarse, por ejemplo, la del neumococo, hay un cincuenta o por ahí por ciento de casos de neumococo que se dan en vacunados y que son por la misma especie que ha desarrollado resistencia (por llamarlo así, no es un mecanismo de resistencia como la de los medicamentos) a la vacuna. No digo que no se deba poner, protege de muchísimos casos, pero tampoco que se de por inmunizado totalmente del neumococo con la vacuna, y que de esto se informe al paciente, porque parte de esa corriente antivacunas es posible que no se diese si se comprendiese que, como con cualquier fármaco, las vacunas no son infalibles, y que si a ti te falla una vacuna es un caso aislado, y no que nos estén engañando sobre la efectividad de las vacunas, si no que en realidad es falta de información probablemente por el paternalismo del pediatra o porque los padres se fían directamente sin preguntar las implicaciones.
    En resumen, hay que saber que las vacunas son muy buenas en realidad, pero que en algunas hay margen de mejora, igual que en todos los medicamentos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buf. Complicado el tema, ¿eh? Estoy básicamente de acuerdo con todo lo que dices, pero imagino que cuando eres médico de familia o pediatra y estás hasta las narices de escuchar dudas basadas en lo que opina un primo de un amigo de los padres... pues tienes poco tiempo y pocas ganas de pedagogía. Que sería deseable no cabe duda, por supuesto. Justo hoy he leído en MédicoCrítico una estadística que dice que lo que más convence a la hora de vacunar es la declaración de que el médico ha vacunado o vacunaría a su propia prole: http://medicocritico.blogspot.com.es/2015/02/sobre-la-idiotez-de-idiotizar-los-que.html

      Eliminar