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viernes, 11 de marzo de 2022

Tener hijos no es un derecho

Una de las derivadas que está teniendo la guerra de Ucrania es la que afecta a las mujeres que cumplen un contrato de gestación subrogada. Como sabemos, en Ucrania esa práctica es legal, y hay un cierto número de parejas extranjeras (entre ellas, varias españolas) que acuden a ese precioso país para comprarse un niño que tenga su material genético, algo que les resulta, al parecer, de la máxima importancia. Ahora que su inversión parece estar en riesgo, estos prohombres y promujeres están presionando a sus Gobiernos para que traigan a su país a las gestantes (no madres, no, gestantes), todo ello en nombre del derecho a ser padres.

Solo hay un problema, y es que el derecho a ser padres no existe. No hay un derecho a reproducirse, ni a tener un hijo con tu material genético. Jamás.

La palabra «derecho» es muy fuerte. Es muy fuerte en lenguaje coloquial, donde la invocamos como escudo cada vez que nos hacen objeto de alguna injusticia: «no puedes tratarme así, tengo derecho a que no me hagas esto». Pero es muy fuerte también en lenguaje jurídico: tener derecho a algo quiere decir que el Estado me garantizará que yo puedo hacer ese algo. Mi derecho al voto exige que el Estado organice elecciones, mi derecho a la intimidad fuerza al Estado a sancionar a quien me espíe, mi derecho a la libertad de expresión impide la censura, mi derecho a la eutanasia obliga a incluir esta prestación en el catálogo de servicios del sistema sanitario.

He mezclado derechos constitucionales y derechos legales (el derecho a la eutanasia existe porque lo reconoce la ley, no la Constitución) para dejar claro que lo que importa de un derecho no es qué documento lo recoja, sino la garantía que conlleve. Y aquí viene un matiz, que es que los derechos no son absolutos: libertad de expresión no quiere decir que yo pueda injuriar o calumniar a otras personas, derecho a la eutanasia no significa que yo pueda pedir a cualquier médico que me mate en cualquier momento, etc. Los derechos tienen límites y colisionan con otros derechos y otros bienes jurídicos. Pero, cuando se ejercen dentro de los límites, el Estado debe garantizar ese ejercicio.

Vamos a ponerlo en otro lenguaje, por si no quedó claro. En filosofía del derecho se suele decir que las normas jurídicas pueden recoger tres categorías de mandato: permiso, prohibición y obligación. Los derechos serían un tipo de permiso especialmente poderoso, pues no solo te permiten llevar a cabo la conducta, sino que te garantizan que puedas hacerlo aunque haya interferencias.

Tener hijos, como otros cientos de cosas que hacemos en nuestro día a día, está permitido, pero no es un derecho. Es algo que puedes hacer, por supuesto, pero que el Estado no tiene la obligación de garantizarte. Vamos a argumentar un poco esta idea, porque nos gusta tanto llamarle «derecho» a las cosas que a veces se pierde el foco.

El paradigma democrático-liberal bajo el cual vivimos se basa en una idea básica: es el individuo el que mejor puede decidir qué le hace feliz y, por ello, el Estado debe darle márgenes muy amplios para que lleve el estilo de vida que le satisfaga. Recordemos uno de los textos programáticos más importantes del liberalismo político: la declaración de Independencia de EE.UU. Este texto dice lo siguiente:

«Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos», etc.

Unas décadas más tarde, la Constitución española de 1812 (la de Cádiz) establecía lo siguiente en su artículo 13: «El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen». Esta afirmación es importante porque, al contrario que la declaración de independencia, una Constitución sí es un documento jurídico, es decir, que establece derechos y obligaciones

Todas las personas son iguales y tienen derecho a buscar la felicidad, búsqueda que el Gobierno debe garantizarles. Esto lo sabían en 1776 y en 1812, y ha quedado inserto en nuestro ADN político (1). Casi todos los derechos que recoge nuestra Constitución pueden leerse como garantía de esta esfera de libertad personal en la cual el ciudadano puede buscar su felicidad mediante actos lícitos: puede pensar lo que quiera y manifestarlo, ir a donde quiera, vivir donde quiera, reunirse con quien quiera, mantener espacios de intimidad, etc. A esta esfera, por cierto, se le llama agere licere, que puede traducirse como «hacer lícito» o «hacer libre».

Creo que la conclusión se entiende sin que la enuncie. Tener hijos está dentro de la esfera del agere licere, como otras mil cosas, pero eso no quiere decir que el Estado deba proteger jurídicamente (convertir en derecho) cualquier cosa que yo quiera hacer para buscar mi felicidad, en especial si quien me lo está impidiendo no es otra persona con violencia sino una condición externa o interna. Por decirlo gráficamente: en mi ámbito de libertad yo puedo decidir que quiero correr maratones. Si alguien me encierra en casa para impedir que yo vaya al maratón, es un acto ilegal y el Estado puede castigarlo. Pero si soy cojo, cardiópata o pierdo el autobús que me va a llevar a la prueba, no puedo pedir tutela. 

Lo de los hijos igual. En mi ámbito de libertad, en mi búsqueda de la felicidad y para mi realización personal yo puedo querer tener hijos. Pasar, en plena libertad, por el proceso completo de embarazo, parto y crianza. Si alguien me impide tenerlos por la fuerza o le induce un aborto a mi pareja contra su voluntad, podemos pedir sanción y reparación. Pero si yo soy impotente o mi pareja es estéril, la situación es completamente distinta.

¿Qué pasa entonces con los tratamientos de fertilidad? Están cubiertos por la sanidad pública. ¿No es esa una prueba de que el Estado reconoce mi derecho a reproducirme y pone los medios para que pueda ejercerlo? Yo diría que no. Vivimos en un Estado social, que tiene una serie de prestaciones que buscan ayudar a las personas a alcanzar su felicidad (pensiones, educación, sanidad), pero eso no quiere decir que todo lo que nos apetezca hacer sea un derecho. Es un poco más complejo.

Tener hijos es una actividad muy importante en nuestra cultura. Se considera el objetivo normal de la pareja adulta. Además, los problemas de fertilidad son un tema sanitario, por lo que su tratamiento entronca de forma mucho más directa con el derecho a la protección de la salud (2). Por último, es un objetivo razonable que el Estado intente mantener una tasa de natalidad decente. En estas circunstancias, tiene sentido que los poderes públicos faciliten el acceso a esos tratamientos, que, por cierto, no garantizan que se produzca el embarazo, solo mejoran las posibilidades. Y eso no quiere decir que haya un derecho a ser padre, como los tratamientos correctores de la cojera no quieren decir que haya un derecho a correr maratones.

Para analizar este asunto ni siquiera hemos entrado en la regulación de los contratos de gestación subrogada. Esa sería otra pregunta, como por ejemplo «¿este contrato está dentro de mi derecho a la paternidad o, por el contrario, supone un límite al mismo?» Hablaríamos de choque de derechos. Lo que yo digo va un paso más atrás: reproducirse, tener hijos, no es un derecho. El Estado no tiene por qué protegerlo. Considerar nulos los contratos de gestación subrogada tiene pleno sentido desde esta lógica: mi deseo de tener un hijo no puede nada contra los derechos sanitarios de la gestante. No se puede permitir que estos contratos sean legales porque, si lo fueran, alguien que tuviera suficiente dinero podría presionar a una gestante para que renunciara a sus derechos. Que es, de hecho, lo que pasa en aquellos lugares que permiten estos contratos.

Así que no, lo siento. Reproducirse, tener un niñito con tus mismos genes, no es ni ha sido nunca un derecho. Hacedlo si queréis y, si resulta imposible, acudid a un tratamiento de fertilidad, pero ese es el límite. Los deseos no permiten pasar por encima de los derechos.

 

 

 

 

 

(1) En 2005, cuando se estaba discutiendo el Estatuto de Autonomía de Cataluña, ICV propuso incluir en el preámbulo del mismo el «derecho a la felicidad». La derecha autodenominada liberal se rio de ellos, claro.

(2) El derecho a la salud, recogido en el artículo 43 CE, no es un derecho propiamente dicho, sino un «principio rector de la política»: no se puede invocar directamente ante un tribunal, pero los poderes públicos deben hacerlo cumplir a través de normas que sí pueden alegarse.

 

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20 comentarios:

  1. Tener hijos, no es un derecho. Es una obligación. Aunque en Occidente parezca que lo hemos olvidado.

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    1. Tener hijos no es una obligación, tampoco un derecho. En Occidente no se tienen más hijos porque no hay suficientes ayudas para tenerlos. El mundo no está montado para tener hijos. Sí los tienes, cuando se ponen enfermos (cosa que en los primeros años pasa a menudo) no tienes facilidades para poder atenderlos: ausentarte del trabajo, etc. O tienes abuelos que te echen una mano o estás jodido.

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    2. Ay, qué bien, Joan. Hacía mucho que no venía por aquí un nazi a soltar su basura. Ponte cómodo, no te cortes.

      (El próximo comentario te lo borraré. No es personal ^^)

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  2. Gracias por el artículo. Joan... ¿Estoy obligado a tener hijos? (por entenderlo)

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. No partimos de la premisa de que tener hijos no es un derecho. Eso es la conclusión, no la premisa.

      Dicho esto, respuestas rápidas:
      - Si no cuentas con un útero no puedes reproducirte y si no cuentas con una pierna no puedes correr maratones. A veces los deseos son imposibles. Yo qué sé, vive con ello.

      - Pregunta 1: cualquier sistema que admitiera las gestaciones subrogadas altruistas se convertiría, a los diez minutos, en un sistema donde la gestación subrogada no es altruista pero se paga en negro. La existencia de un pequeño número de personas que quieran renunciar a su autonomía corporal no hace que el legislador deba permitir esa renuncia.

      - Pregunta 2: ninguna técnica médica es inocua. De ahí a un embarazo va un mundo.

      - Pregunta 3: contestado en el artículo. Las técnicas reproductiva para gente con útero funcional no pasan sobre derechos de terceros; las técnicas para gente que no lo tiene, sí pasan.

      - Pregunta 4: no cuando expandir su cartera de servicios implica pasar por encima de los derechos de otras personas.

      Hala, con dios.

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Gran artículo, interesante al menos.

    Solo añadiría que si el sistema de acogida/adopción fuera más dinámico quizá no habría tanta gente que quisiera la gestación subrogada como salida de escape a su deseo de ser padres. Exploramos en su momento la opción para el segundo y es un camino realmente tedioso

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    1. La adopción es, en primer lugar, un mecanismo de protección de la infancia y, solo una vez que se garantice que este objetivo se cumple, una forma de colmar las aspiraciones de los adoptantes. No conozco el detalle de los procedimientos de adopción y seguro que hay trámites que pueden simplificarse, pero en principio estoy en contra de cualquier mecanismo que desproteja a los menores adoptados.

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    2. No sé, no lo veo. Hay muchos ONVRES que no quieren un hijo adoptado porque no tiene sus JENES. Aparte, por supuesto, de lo que Vimes apunta aquí arriba.

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  5. ?Te das cuenta de que niegas el derecho a decidir sobre el propio cuerpo a las mujeres que libremente deciden/decidieran hacerlo, por ejemplo, entre familiares, amigos, etc.? Mismas situaciones en las que se aceptan donaciones de órganos sólidos... ?O estas también se pagan a escondidas?

    Que en Ucrania o en India haya mujeres explotadas, no significa que no se puedan desarrollar sistemas eficientes. Por esa regla de tres... Como Stalin, Pol Pot o Enver Hohxa se ventilaron a tanta gente en nombre del comunismo, el comunismo es malo.

    Entre el exceso y el defecto está la virtud. Tal vez a quién ha escrito el artículo le venga bien un poco de perspectiva y saber que a parte del blanco y el negro está el gris. Y que, sorpresa, el gris tiene un montón de tonalidades.

    Y como un comentario por aquí señalaba... El fomento de la adopción tal vez hiciera que fuéramos una mejor sociedad.

    Para personas con útero funcional o sin él.

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    1. Uh... sabes que me llegan los comentarios al email, ¿no, señor Yo También Lo Tengo? Sabes que sé que el usuario Yo También Lo Tengo ha dejado un comentario idéntico a este, luego lo ha borrado y luego lo ha escrito como anónimo, ¿no?

      Y sí, claro que niego el derecho de las mujeres a alquilar su vientre, igual que niego el derecho del trabajador a venderse como esclavo o el derecho del inquilino a aceptar que el casero le meta una cámara de videovigilancia en el salón. Porque los derechos humanos son irrenunciables.

      Cualquier sistema de gestación por sustitución es explotador, por su misma naturaleza. Tu deseo de tener un crío con tus mismos genes no convierte el negro en gris, por emplear tu excelente metáfora.

      Ya sabes, señor Yo También Lo Tengo: no compres, adopta.

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    2. !?Y quien dice que yo quiera tener hijos?!

      Entiendo que la no mención a la donación altruista entre familiares ha sido un despiste, ?no? (Como el mío al usar mi usuari@ de Blogger del año catapún en vez del cómodo anonimato)

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    3. Hay dos lobos dentro de mí.

      El primero quiere explicarte con todo lujo de detalles por qué la comparación entre la gestación por sustitución y la donación entre vivos es absurda (aunque a los compraniños os gusta mucho), tanto por los derechos implicados como por los riesgos del procedimiento, sus posibles consecuencias o el pequeño e insignificante hecho de que cuando donas un riñón no estás falseando la filiación de nadie.

      El segundo quiere irse a sacar la lavadora, dejar de perder el tiempo con los imbéciles de Internet y olvidarme de tu existencia para siempre.

      Adivina cuál gana.

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  6. Nota interesante...Gracias.

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  7. Totalmente de acuerdo contigo. Casualmente hace unos días también estuve reflexionando sobre este tema y llegué a la misma conclusión. No existe el derecho a ser madre/padre, sin embargo, sí existe el derecho del niño, que ya existe, a tener una familia.
    Con respecto al tema de la maternidad subrogada no creo que se pueda comparar ni con la donación de órganos, ni con el aborto. Podría dar varios argumentos pero esto se alargaría demasiado.
    Mucha gracias por el artículo.

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    1. La verdad es que estaba pensando en escribir un artículo con el tema de la donación de órganos, porque a esta gente le encanta y en realidad no tiene sentido.

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Antes de que su propio autor lo eliminara, supongo que azotado por la pura vergüenza propia, decía lo siguiente:

      "Dado que tener hijos no es un derecho, entiendo que sería perfectamente legítima esterilización forzosa. ¿Estaría usted en contra de la esterilización de los inmigrantes que residan en España? Recordemos, quitándoles la capacidad de tener hijos no se les rescindiría ningún derecho."

      A lo cual yo pregunto: te sacaste derecho en la universidad de la vida, ¿eh, campeón?

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