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viernes, 5 de junio de 2015

¿Qué hacemos con los antivacunas?

Sigue coleando el tema del chaval ingresado en Cataluña por difteria, que según las últimas noticias médicas está “estable dentro de la gravedad”. Quiero empezar rindiendo un agradecido homenaje a nuestra sanidad pública, que ha sabido detectar y tratar una enfermedad que llevaba 30 años sin aparecer por España, movilizando todos los medios que han sido necesarios y trayendo un fármaco de donde ha hecho falta. No me cabe duda de que harán todo lo que esté en su mano para salvarle. Bravo.

Y ahora, vamos al tema. ¿Qué hacemos con los antivacunas? He leído muchas cosas, para rebatir alguna de las cuales escribí una adenda al post de anteayer, pero creo que da para entrada propia. Así que ahí van algunas ideas:

1.- Creo que existen al menos dos razones para hacer obligatoria la vacunación. La primera es el principio de superior interés del menor, que es el que impide que la prole sea considerada propiedad de sus progenitores. Los padres no pueden tratar a sus hijos como quieran, sino velando por su interés, y eso significa dejar que les vacunen. Es cierto que el menor tiene derecho a ser oído, pero en la época en que se inyectan la mayoría de las vacunas carece de la autonomía suficiente para ello.

La segunda razón es la salud pública: la inmunidad de grupo, efecto del que se benefician los menores no vacunados (y también los vacunados, porque, como trataré más abajo, las vacunas no son perfectas) requiere de unos niveles altos de inmunización. Por salud pública conviene que todos los niños sigan el calendario vacunal.


2.- Si la vacunación actualmente no es obligatoria en España es, como bien dice Fernando Frías, porque no es necesario, ya que prácticamente todo el mundo inmuniza. La inercia está, por suerte, bien establecida, y aún hay grupos de edad que recuerdan los efectos de la polio, la difteria y todo el resto del club.

Es decir, y eso conviene tenerlo en cuenta a la hora de emitir opiniones, actualmente no tenemos un problema de salud pública en España. Cuando hay un brote de algo el juez puede autorizar la vacunación forzosa de menores siempre que cumpla los criterios del Tribunal Constitucional para intervenciones corporales (FJ 4 de la sentencia enlazada, gracias a @monerrima por pasármela). Y recordemos que los artículos 2 y 3 de la LO 3/1986 conceden a la Administración sanitaria unas potestades amplísimas en ese campo.


3.- Dentro de los progenitores que no vacunan a sus hijos podrían distinguirse varios grupos. En primer lugar estarían los puramente antivacunas: se han leído los libros, se han visto los vídeos de YouTube, se han creído la propaganda y forman parte activa del movimiento. Se han informado (de aquella manera) y la conclusión que han sacado es que las vacunas nos matan y enferman. Es, por lo que parece, el caso de los padres del chaval que motiva esta entrada, aunque al ver a su hijo en el hospital han plegado velas, han aceptado ponerse un recordatorio y han vacunado a su otra hija. Bien, contra éstos poco se puede hacer. 

Pero no olvidemos que tomar decisiones médicas informadas no es tan sencillo. Pienso en progenitores de clase media o baja, con escaso nivel científico (lo cual es muy común), poco conscientes de sus derechos y de los beneficios de vacunar. Gente que, en definitiva, no es “anti” sino que simplemente tiene ciertas reticencias, generadas precisamente por la propaganda del grupo anterior y por fiascos como el de la gripe A. Hacia estas personas sólo cabe una cosa: información, información e información.

[ADDENDA 07/06/2015, 2:39 - Al respecto del último párrafo, en este magnífico artículo sobre el tema se da el siguiente dato: "de los últimos 7 brotes de sarampión en España, sólo el caso del Albaicín respondía a motivaciones ideológicas, mientras que el resto los habían provocado bolsas de población sin vacunar por culpa de la exclusión social". Vamos, que los antivacunas, con ser peligrosos, no son tan relevantes. No les concedamos una fuerza numérica que no tienen.]

Y hay un tercer grupo: los inmigrantes sin papeles, que, recordemos, llevan desde 2012 sin tarjeta sanitaria. Los menores de 18 años tienen acceso a la sanidad en las mismas condiciones que los españoles, pero ¿cómo funciona ese derecho en la realidad? ¿Todos los inmigrantes son conscientes de ese hecho? Porque yo no lo era hasta que empecé a redactar esta entrada y lo miré. Y ¿qué pasa si quien no está cubierto por la vacuna es un adulto? En definitiva, no hay que olvidar nunca que la lucha por una población 100% vacunada es la lucha por una sanidad pública universal.


4.- No creo que sea buena idea exigir el calendario de vacunación para dar plaza escolar, beca para libros o cosa análoga. La educación es un derecho fundamental, que no puede dejar de operar por el hecho de que los padres no hayan vacunado. Es cierto que eso pone en peligro a otros menores, vacunados o no, pero es iluso pensar que el riesgo se va a evitar impidiendo que el niño deje de recibir educación. Con ese mismo niño se puede contactar en el parque o en el autobús. Y recordemos que el riesgo ya de por sí es bajo. 

Al contrario, creo que el centro escolar es un buen lugar para promover la vacunación, e incluso para organizar las inoculaciones de los 6, los 12 y los 14 años. Lanzo ideas a vuelapluma, pero igual que a veces viene un agente de Policía a explicar las normas de tráfico, podría ir un médico de la sanidad pública a contarle a la clase los beneficios de las vacunas, e incluso a repetir esas mismas ideas con formulación más adulta en la correspondiente AMPA. Se pueden aprovechar los estudios que hay sobre qué convence a los padres para tomar la decisión de vacunar.

Esta información debe darse con rigor, incidiendo en el alto nivel de efectividad de las vacunas y en su prácticamente nulo riesgo. Sin embargo, no debe dejarse sin tratar el hecho de que, al ser las vacunas creaciones humanas, dicha efectividad no es del 100% y que además se va reduciendo con el tiempo, que es lo que explica que haya que aplicar “recuerdos”. Una información transparente es mejor que una oscura.


5.- Tampoco estoy a favor de que, en el caso de Olot o en cualquier otro análogo, sean los progenitores quienes paguen la factura de la atención médica que ha recibido su hijo porque ha contraído una enfermedad para la que no le habían vacunado. Si tenemos una sanidad pública la tenemos por algo. La razón por la cual liberales como Arturo Villa se suben tan rápido a este carro es porque quieren colar la idea de que si asumes un riesgo y se concreta en un daño pagas tú el tratamiento. Si tienen éxito se habrán cargado la sanidad pública.

Claro, para este caso concreto parece razonable, pero esa pendiente es muy resbaladiza y estamos en época de recortes. Me niego a que se asiente esa idea porque me niego a que la sanidad pública sea caridad.


6.- Si al final las vacunas se hacen obligatorias (que ojalá no sea necesario) queda en cuestión la sanción que debe tener no ponerlas. Quedan fuera del tema castigos que desestructuren el entorno familiar del menor, como retiradas de custodia o penas de prisión. Si se trata de proteger al menor, no conviene joderle la vida. Un poquito de proporcionalidad. Las sanciones deben ser económicas y, por supuesto, adaptadas al nivel de renta de la familia. Yo no recomendaría que fueran penales, por no estigmatizar. Quizás, además, podría haber incentivos positivos, como deducciones fiscales que sólo puedes aplicarte si tienes en regla el calendario vacunal. El objetivo es castigar a los progenitores sin que sufra la prole.

Otra cuestión es qué pasa si, a causa de no vacunar, el menor muere o tiene que pasar una enfermedad. Ya nos ocupamos de eso hace años: ahí sí cabría castigar a los progenitores por homicidio o por lesiones respectivamente acudiendo a la figura de la comisión por omisión.


En definitiva: el tema de las vacunas es complejo y tiene muchas aristas. Creo que tendremos más éxito a la hora de contrarrestar la propaganda de los antivacunas con información veraz que con cualquier otro medio, siempre asumiendo que hay un reducto de gente que no tiene la menor intención de salir de su fantasía conspirativa. Por suerte, creo que son los menos. Está en nuestras manos que no lleguen a cargarse la inmunidad de grupo. Nos va la vida.





11 comentarios:

  1. A mí simplemente me flipa como es posible que tengamos que explicar y defender los beneficios de las vacunas. 2015. No estamos discutiendo un supuesto avance moral (siempre discutibles), no, sino la efectividad de un tipo de medicamento que ha salvado a millones de personas desde que se descubrió como emplearlo. Simplemente no entiendo en qué puñetero mundo de yuppi tiene que vivir alguien para llegar a la conclusión de que las vacunas son malas, matan o generan más daño que los beneficios que producen. De todos los tipos de locos, conspiranoicos, y magufos alternativos, este es de los que más incomprensible se me antoja. Y no estamos hablando tampoco de un invento "moderno" del todo, no. ¡Que se inventaron a finales del siglo XVIII!
    Hay que tener ganas.

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    1. Acabo de leer el libro "Medicina sin engaños", de Mulet. Dedica la primera parte a hablar de medicina, la segunda a hablar de pseudomedicina y la tercera a desmontar pseudomedicinas concretas. Va por un orden aproximado de gravedad: en el primer capítulo de esa parte está la psicología positiva, luego vienen la homeopatía, el reiki y demás, en tercer lugar las que ya te pueden hacer daño por acción y no sólo por omisión (quiroprácticos y osteópatas) y, finalmenente, lo que él llama "el corazón de las tinieblas". Ahí incluye a negacionistas del SIDA, a gente que dice que cura el cáncer con alimentación... y a los antivacunas. Y no me extraña, la verdad.

      Sobre en qué mundo tiene que vivir alguien para creerse eso... pues se da una mezcla de teorías de la conspiración, bajo nivel científico y la idea de que todo vale y todo es opinable. En una noticia de El País que leí para preparar la entrada, una vecina de Olot decía que sobre este tema "cada quien tiene su opinión y eso hay que respetarlo" y que los pobres padres que pusieron en riesgo a su hijo "están pasándolo muy mal". Eso, precisamente eso, forma parte del problema.

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  2. Yo nací a principios de la década de los 80 y recuerdo como de vez en cuando venía el médico y una ATS a poner vacunas y a hacernos pequeñas revisiones al colegio. O en alguna ocasión hacíamos una pequeña salida al consultorio médico toda la clase junta.

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    1. Yo nací a finales de los '80 y creo tener algún recuerdo parecido, pero no sé si es autoinducido o real. La verdad es que me parece buena medida.

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    2. Es real, venia un médico vacunaba a las niñas de nosequé y a los chicos nos tocaba los huevos, literalmente. (era para ver si habían descendido bien y si no estaban hueros, sin deseo libidinoso, jajajaja)

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  3. A mi lo que me da miedo es toda la gente que quiere dar al estado el poder de introducir sustancias en mi cuerpo en contra de mi voluntad. Si eso no es una violación apaga y vamonos.

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    1. De hecho, el Estado ya tiene ese poder. Le autoriza la ley citada en el apartado 2, aunque aplicando los criterios de proporcionalidad de la sentencia ya mencionada, por lo cual en principio una medida como la inoculación o la ingesta de fármacos forzosa sería el último recurso.

      Pero aquí no se trata de eso. Se trata de vacunar a menores (que, para la práctica totalidad de las vacunas son demasiado pequeños para decidir) siguiendo su superior interés, que es estar inmunizados frente a todas las enfermedades posibles de forma gratuita y sin apenas efectos secundarios.

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  4. En Estados Unidos, si se enteran de que tienes tuberculosis te encierran cinco años en un hospital y no te dejan salir para nada hasta que acabes el tratamiento. Ni recibir visitas, peor que la cárcel vamos. En pro de la sanidad pública.

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  5. Hay que recordar algo, en favor de esa actitud "antivacuna", y que sin embargo no quiero que se tome contra la vacunación. Las vacunaciones son necesarias.
    Otra cosa es que haya que inyectar a un menor con esas Heptavíricas y a veces con vacuna para la gripe que no ayudan a no contraer la nueva cepa de 15 días más tarde.
    A mí me ponían la triple vírica, pero existía la opción de ponerlas una a una.
    Hoy también existe esa opción, o la de optar por vacunaciones parciales. Esa falta de información también es grave.
    Cierto es que la vacuna heptavírica es la estándar, pero a beneficio de la farmacéutica, la SS o el paciente?

    Por cierto, acordáos todos de la antitetánica, que a muchos se os olvida y es muy peligroso contraer el tétanos.

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