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jueves, 22 de mayo de 2014

La cultura de la defraudación

Hoy he asistido en directo a un fraude fiscal. Tocaba Junta de Vecinos y se trataba de aprobar unas obras de mero ornato: cambiar unas verjas metálicas oxidadas, pintar no sé qué paredes y demás. Lo cierto es que no me he quedado con los detalles de la obra, que se había tratado en una reunión anterior a la cual no fui. Pero el hecho es que ha venido el contratista (colega del administrador) y nos ha dicho que podía facturarnos un 10% de IVA (en vez de un 21%) si se calificaban las obras como de mejora. La Junta ha aceptado la propuesta y luego se ha puesto a debatir, de esa cantidad de dinero que debían, cuánto pagaban: ¿todo, el 50%, nada? El contratista ha dicho con alegría que él facturaba la cantidad que quisiéramos.

Finalmente, después de que el administrador dijera que él sólo puede recomendar que se pague todo, pero que hiciéramos lo que quisiéramos, ha quedado establecido que se declara y paga un 50% del IVA que realmente se debe. El único voto en contra ha sido el mío. Cuando el administrador estaba apuntando el resultado de la votación se ha detenido y ha dicho “bueno, mejor que esto no acceda al acta, que a ver si nos pasa como a Urdangarín”. Todos mis vecinos han reído la ocurrencia y la han secundado con “sí, sí”, “mejor que no”, “jaja”. Yo me he deprimido mucho.

Mis queridos vecinos son personas normales. No son políticos, no son banqueros, no son empresarios. Son curritos que nunca han metido mano en la caja de lo público, han corrompido a un político o han obtenido un trato de favor de la Administración.

Visto lo visto, porque no pueden.

Me ha repugnado especialmente la broma sobre Urdangarín. ¿Son conscientes de estar haciendo exactamente lo mismo que él pero a menor escala? ¿O lo decían precisamente para distanciarse, para decir que no es para tanto estafarle cuatro duros a Hacienda si el yernísimo ha robado lo que ha robado? ¿Son conscientes de todo esto? La discusión sobre cuánto se paga, que ha conducido a esa especie de justo medio tan repulsivo (“todo no lo vamos a pagar, pero hombre, no pagar nada…”) me ha llenado de vergüenza.

Lo cojonudo es que luego todos ellos mirarán la tele y dirán “si todos son iguales” y “aquí mangan todos” y “no voy a votar a un partido que no haya robado porque la razón es que no ha tenido oportunidad”. Pues como tú, ¿no? La única razón por la cual no estás llenándote los bolsillos de dinero público es porque has nacido en un bloque de viviendas en Vallecas en vez de en un piso del barrio de Salamanca.

He pensado en denunciar a Hacienda, pero veo poco probable que el procedimiento sancionador llegue a buen puerto. Sin embargo, si lo hiciera estoy seguro de que la mayoría de mis vecinos me echarían la culpa de la multa que les pondrían. Cuando lo hablaran con sus cuñados todos coincidirían: cómo se me ocurre denunciar, quién no ha hecho alguna vez una trampilla para Hacienda. Y lo cojonudo es que tienen razón: los que vemos mal dejar de pagar los impuestos en todos los casos (sí, también en el del señor de la ferretería o en el de mi prima que anda apurada) somos bichos raros.


Y yo pregunto: ¿de verdad podemos extrañarnos de que quienes acceden a las capas altas del sistema (gobernantes, grandes empresarios, banqueros…) sean en su mayoría una pandilla de corruptos y corruptores? No digo que no podamos quejarnos y denunciarlo, ojo: digo que no podemos extrañarnos. Al fin y al cabo vienen de donde vienen, ¿no? De nosotros. 

8 comentarios:

  1. Y por eso decidí emigrar cuando aún no estaba de moda forzosa.

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    1. Bueno, tampoco es que seamos el único país corrupto hasta las cachas xD.

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  2. Aunque a estas alturas este tema se ha convertido en un problema de pescadilla-que-se-muerde-la-cola, a mí no me queda claro si esto que expones, el fraude a pequeña escala del ciudadano medio, es en realidad la causa o la consecuencia de la corrupción masiva en las altas esferas. ¿Somos defraudadores por naturaleza y, por eso, justificamos los grandes fraudes?¿O es más bien al contrario: percibimos la impunidad de los grandes corruptos/corruptores y decidimos subirnos al carro en la medida de lo posible?
    Si fuera un tipo optimista, diría que más bien lo segundo; con lo cual, la solución es sencilla: combátase el fraude de las grandes fortunas y empresas con mano dura y, por efecto dominó, el pequeño fraude irá desapareciendo por sí solo. Esto tiene la ventaja de que, al empezar a recuperar dinero defraudado de los grandes fraudes, el efecto fiscal sería enrome desde el primer momento, dejando "las migas" para el final.
    Pero claro, eso sería si fuera un tipo optimista....

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    1. Yo no soy un tipo optimista. A ver, no creo que seamos defraudadores "por naturaleza", sino más bien "por cultura". Éste siempre ha sido el país de vivir de las rentas y el favor de un protector en vez de buscar industrias o productos nuevos. En todo caso, creo que no importa quién empezó: ahora mismo el fraude está normalizado a todos los niveles, y por eso estas cosas no se castigan electoralmente. Muy poca gente dejará de votar a un evidente corrupto por esa razón. Ése creo que es el peor efecto de la corrupción generalizada: no el dinero que se pierde (que son cuatro duros) sino la nula voluntad de castigar al defraudador de nuestro propio partido.

      Estoy de acuerdo con que el problema sería más fácil de atajar desde arriba: nadie como los poderes públicos para crear normas, hacerlas cumplir o concienciar a la población. Pero me viene a la memoria este excelente artículo de @indvbio sobre por qué el Gobierno no va a hacer nada en ese sentido: http://indvbio.wordpress.com/2014/05/07/gobierno-fraude-fiscal-evasion/

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  3. Creo que has dejado de lado un asunto importante, qué visión tiene el ciudadano de los impuestos.
    La doctrina capitalista siempre los muestra como un "robo", como una aportación del ciudadano al sostenimiento del Estado. Y desde ese punto de vista, defraudar es evitar que el Estado te quite lo que consideras que es sólo tuyo.
    Pero incluso entre quienes apoyan (apoyamos) el concepto de los impuestos como una herramienta de redistribución de riqueza y financiación de servicios públicos está creciendo una rama de defraudadores que no rechazan el pago de impuestos en sí, sino el mal uso que se hace de lo recaudado.
    No hablamos necesariamente de la corrupción que saquea las arcas públicas para alimentar las de los amigos del poder, también se rechazan los usos legales pero ilegítimos de lo recaudado. Y no hace falta llegar a la política de tijeretazos actual, que da prioridad al rescate de los bancos quebrados sobre el sostenimiento de la Sanidad o la Educación. El reparto del fondo común para financiar creencias religiosas o para subvencionar obras faraónicas puede ser suficiente motivo como para que uno justifique moralmente el fraude.
    Creo que la forma de abordar el problema debería incluir las dos vertientes; por un lado perseguir a los defraudadores, pero también mejorar el reparto de la recaudación, haciendo crecer su aceptación por parte de los ciudadanos como algo necesario. Y éso incluiría una acción educativa, en la que desde niños se enseñe que los impuestos no es algo que se paga y se pierde, sino un fondo común del que nos beneficiamos todos...
    Saludos

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    1. Mucha razón , al fin y al cabo la cultura cambia mediante la educación ¿no?

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    2. Desde luego que a este Gobierno (en general a este sistema) hay muy pocas ganas de darle dinero. Sólo de pensar en todas las cosas que dices a uno le entran deseos de esconder todo su dinero bajo una piedra y usarla para repeler a cantazos a los inspectores de Hacienda. Comparto contigo la idea de que no sólo el gasto de dinero público tiene que ser ejemplar sino también parecerlo: educar en la necesidad de los impuestos es necesario, como también lo es diseñar un sistema más progresivo y demostrar que se castiga al que pretende ir de listo.

      Aun así quiero aclarar que la entrada viene motivada por la fuerte impresión que recibí en mi junta de vecinos. Nadie justificó ese fraude fiscal de ninguna manera ni aludió a ninguna razón ideológica para no pagar. Tampoco nadie esgrimió una razón meramente egoísta. Lo que flotaba en el ambiente era una especie de cosa pestilente en plan "no vamos a pagarlo todo, lo hace todo el mundo, el contratista factura lo que queramos, se hace así..." que estoy seguro que nadie habría sabido concretar o justificar si se lo hubiera pedido.

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  4. Como alguien que se ha leído todas las novelas de Mundodisco (y disfrutado especialmente con las dedicadas a la Guardia de la Noche) y que se encuentra entre la (desgraciada) minoría que opina como tú en este tema... te saludo.

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